En este artículo publicado en el Journal of Environmental Science and Health – Part A, los autores exponen células humanas de neuroblastoma a diferentes emisiones radiofrecuencia, encontrando una mayor susceptibilidad de esas células al estrés oxidativo después de exposiciones a corto plazo.
Se desconoce todavía el mecanismo exacto por el cual la radiación no ionizante de radiofrecuencia puede producir efectos adversos más allá del calentamiento de los tejidos. Los autores son claros con ello. Pero al mismo tiempo postulan que diversas investigaciones han identificado el desarrollo de estrés oxidativo como posible causa. Por ello, se centran analizar las especies reactivas de oxígeno (ROS), que son las precursoras de ese estrés oxidativo.
El objetivo de esta investigación es, por tanto, evaluar elefecto de exposiciones cortas a radiofrecuencia en células de neuroblastoma en relación a parámetros indicativos de estrés oxidativo.
Metodología
Se realizó un experimento in vitro, empleando células cultivadas SH-SY5Y de neuroblastoma. Esas células se expusieron a un campo electromagnético de 1800 MHz, de intensidad 30 V/m, durante 10, 30 y 60 minutos. El SAR promedio fue estimado en 1.6 W/kg, y se creó un grupo de control bajo las mismas condiciones ambientales excepto que no se expuso a la radiación.
Para evaluar el daño oxidativo, los investigadores midieron la concentración de grupos carbonilo en las proteínas de las células. También consideraron el nivel de peroxidación de los lípidos a través de la concentración de malondialdehido (MDA). Finalmente midieron la concentración total de glutatión (GSH), que es un antioxidante de las células que las ayuda a protegerse de los radicales libres y peróxidos, es decir, de las ROS.
Resultados e implicaciones
La concentración de grupos carbonilo se incrementó significativamente tras una exposición de 60 minutos, tal y como se muestra en la figura siguiente.
En cuanto al MDA, los resultados son similares, tras 60 minutos se producen diferencias significativas.
Finalmente, la concentración de GSH disminuyó con el tiempo, pero no hay diferencias con respecto al grupo de control. Es más, existe un pico extraño en el grupo expuesto a los 10 minutos, que podría interpretarse en que existe una disrupción a muy corto plazo, pero que los autores tampoco son capaces de clarificar.
Globalmente, los resultados muestran que la exposición a radiofrecuencia de 1800 MHz incrementa las ROS tras 60 mintuos de exposición, es decir, hay un aumento del estrés oxidativo pese a que es una radiación no ionizante. Recordemos que el estrés oxidativo puede afectar directa e indirectamente al ADN.
Limitaciones/Comentarios
El artículo parte de una buena idea pero le falta concretar más, ya que los resultados deberían de haberse intentado replicar, lo que le hubiera concedido seguramente una robustez y solidez mucho mayor.
En cualquier caso, se muestra una perturbación clara de ROS en exposiciones cortas, lo que de nuevo es otra evidencia más para sumar a las cientos que existen y que demuestran que los efectos de la radiación no ionizante deben considerarse con mucha seriedad.
No obstante, la densidad de potencia es de 30 V/m y el SAR de 1.6 W/Kg. De este modo, podría ser una aproximación a una conversación por teléfono móvil. Esto quiere decir que la densidad de potencia y el SAR son relativamente altos, y no serían trasladables exposiciones más livianas a un Wi-Fi o una antena de telefonía medianamente lejana. Pero claro, es de esperar que cuando se estudian efectos a corto plazo se haga diseñando un estímulo fuerte, como han hecho los autores.
En definitiva, siempre hay que tomar con cautela este tipo de estudios, pero eso no significa que no sean relevantes. Las causas por las que la radiación no ionizante puede causar daño biológico están todavía lejos de ser esclarecidas con detalle. Sin embargo, y mientras tanto, hay evidencias que se acumulan que nos están advirtiendo seriamente.
Marjanovic, A. M. et al. (2017). Oxidative stress response in SH-SY5Y cells exposed to short-term 1800 MHz radiofrequency radiation. Journal of Environmental Science and Health – Part A, doi: 10.1080/10934529.2017.1383124