En este breve comentario publicado en Environmental Health Perspectives, el autor realiza una interesante reflexión sobre qué puede aportar el conocimiento ecológico tradicional (TEK, en inglés), como paradigma en el que se integre en la investigación sobre salud ambiental.
El TEK se refiere al conocimiento de las relaciones entre las peronas y el entorno natural que ha sido adquirido durante miles de años. Esa sabiduría no debe desdeñarse por la investigación actual, es más, según el autor, contar con ella ayudaría a plantear nuevas cuestiones y mejorar la interpretación y la validación de los estudios empíricos.
De especial relevancia es el conocimiento de la cultura nativa e indígena, ya que su relación con la naturaleza podría explicar la exposición a ciertos factores de riesgo que hacen que en Estados Unidos su esperanza de vida sea menor y el desarrollo de ciertas enfermedades tenga una prevalencia mucho más acentuada que el del resto de la población. No obstante, los nativos americanos tienen un grave problema de alcoholismo y enfermedades que tiene una explicación más compleja y más relacionada con temas políticos y sociales.
En cualquier caso, el concepto de «integración» en la «ciencia occidental» puede ser equivocado si se mira desde una visión etnocéntrica, ya que hay otros investigadores que abogan porque ambas perspectivas tengan un peso similar.
Reduccionismo frente a complejidad
Quizá lo más interesante de este artículo es su defensa de las aproximaciones holísticas para enfrentarse a los problemas de salud ambiental, en lugar de las reduccionistas, y ese excesivo énfasis en el paradigma de dosis-respuesta.
Todo está conectado con todo, la complejidad de los sistemas es indiscutible desde el punto de vista biofísico, y las aproximaciones dinámicas y que consideran no linealidad y múltiplies relaciones son necesarias. Así, por ejemplo, enfrentarse a un río contaminado no sólo incrementa el riesgo de desarrollar enfermedades sino que perturba las costumbres y las prácticas culturales, influyendo en las relaciones sociales y en el desarrollo de la comunidad.
Esas cadenas de relaciones, esas cascadas de eventos son casi siempre ignoradas por la investigación reduccionista, que busca mostrar de manera simplista los efectos de una dosis de tóxico sobre el riesgo de enfermedad.
La ruptura de los hábitats naturales, el desplazamiento de los entornos, la contaminación de las tierras y aguas que durante siglos han significado un valor en sí mismo para las comunidades, son cuestiones mucho más complejas para abordar que la mera justificación de que un tóxico no es peligroso a corto plazo si está por debajo de una determinada dosis.
En definitiva, no se trata de difundir ningún conocimiento mágico, sino aprovechar la experiencia como un heurístico, como una poderosa herramienta de «tinkering», y valorar de manera holística y a largo plazo las consecuencias de agredir al medio ambiente. No es sencillo, pero es necesario para superar el paradigma simplista de la reducción.
Seltenrich, N. (2018).Traditional Ecological Knowledge: A Different Perspective on Environmental Health. Environmental Health Perspectives, doi: 10.1289/EHP2391