A Michael Ende no le gustó la adaptación cinematográfica de su novela, realizada por Wolfgang Petersen. Tras un pase especial para él, pocos días antes de su estreno en abril de 1984, el escritor dijo que se había pervertido su historia, trivializándola a un melodrama entre toneladas de cartón piedra.
Puede que Ende renegara de la versión de Petersen, pero la realidad es que La Historia Interminable (1984) se convirtió en una de las películas más importantes para toda una generación de niños en los 80, quizá la más impactante, la que nunca olvidarían.
Años más tarde, el mundo del marketing ha tratado de aprovechar ese icono de la cultura popular de diferentes maneras, con el fin de persuadir a un público ya adulto, pero al que se le sigue poniendo la piel de gallina al recordar las aventuras de Bastian y Atreyu. En este post vamos a comentar algunas de esas alusiones, explicando su fundamento dentro del lenguaje de la manipulación, y salpicando de críticas el intento de profanar lo que debería ser intocable.
El anuncio de Reanult
En 2007, Renault realizó uno de los anuncios publicitarios más redondos que he tenido la oportunidad de ver, y que todavía hoy lo sigo poniendo como ejemplo en mis clases de marketing.
El vídeo cuenta la historia de un hombre treintañero que conduce un Renault Megane, y que sortea con éxito toda clase de peligros y situaciones fantásticas. El relato que narra el anuncio es una metáfora de la aventura de Atreyu. El coche representa su caballo, Artax, o incluso su dragón Fujur, ambos compañeros inseparables del protagonista.
Los publicistas diseñaron la pieza creativa en base a la estimulación de la memoria episódica, es decir, aludiendo a esa parte de nuestra vida en la que vivimos tantas cosas emocionantes de las que somos capaces de recordar cantidad de detalles y sensaciones. Y en concreto en la niñez, en esos eventos marcadamente felices, los recuerdos asociados a ellos hacen que, ante un estímulo que los suscita, casi que podamos volver a vivirlos, a sentirlos.
Por eso el protagonista tiene la edad justa que casa con haber sido un niño en los 80. El anuncio es de 2007, y el conductor aparenta unos 30 años, por lo que podría haber tenido 7-8 años cuando se estrenó la película. Y en esa edad, donde empiezan a asentarse los primeros recuerdos para la vida adulta tras la amnesia infantil, es cuando quizá esta película penetró más profundamente en las emociones de los niños.
El anuncio está plagado de elementos poco verosímiles que enseguida llaman la atención del espectador porque no siguen una lógica determinada. Es una herramienta publicitaria, claro está, concebida para precisamente provocar ese efecto de llamar la atención. Y esa atención es el primer objetivo que debe proponerse cualquier pieza de publicidad.
Pero es que esa «locura» de viaje alude, de nuevo metafóricamente, a la situaciones fantásticas que Atreyu vivió en su camino hacia encontrar una cura para la emperatriz infantil. Además, las «rocas en reproducción» no dejan de ser también un guiño al «comepiedras», ese personaje bonachón que tristemente se deja vencer por la Nada cuando no es capaz de sujetar a sus amigos.
Es en esta escena, y en la de las chicas en bikini montadas en bici donde los creativos toman más riesgos. El conductor sigue teniendo alma de niño, pero también ha crecido, por lo que las alusiones sexuales son necesarias para recordarle que en esta etapa de la vida ambos universos (el infantil y el adulto) pueden coexistir. Tal vez le quita magia al anuncio, pero le añade un mayor poder de identificación.
Otra jugada magistral de los creativos es volver a emplear la memoria episódica con la aparición de Richard Clayderman, ese pianista que saltó a la fama en los 80 y que se poco tiempo después prácticamente desapareció del foco mediático. Quién no escuchó en el coche de sus padres cintas de casette de Richard Clayderman durante aquella década. El uso de Clayderman es perfecto, porque el efecto de escoger a alguien que fue muy famoso durante ese periodo de tiempo pero que luego cayó virtualmente en el olvido, es mucho mayor que si hubieran elegido a alguien que todavía mantuviese cierta fama. Para muchos niños que en 2007 tenían treinta y tantos, Richard Clayderman era un recuerdo casi apagado. Estimularlo de esa manera consigue precisamente reforzar las conexiones emocionales con aquella época, justo lo que el anuncio quiere conseguir.
El final del anuncio nos deja, de nuevo, con otro buen detalle creativo. El coche yendo en oposición a la maratón, el conductor eligiendo el camino difícil, como Atreyu lo hizo en su día. Porque quien conduce el Megane no es como el rebaño, no es como todos los demás, es diferente. Y ese mensaje es el abecé del marketing.
Por tanto, ese niño que fue feliz viendo La Historia Interminable ahora puede volver a vivirla conduciendo ese coche. Porque ese niño es especial, no es como los demás, es el héroe que (en términos de arquetipos) nos conmueve.
Por supuesto, el anuncio no sería lo mismo sin la música, porque la canción original, compuesta por Giorgo Moroder e interpretada por Limahl, también quedó grabada a fuego en nuestros corazones de niño. Los publicistas prefirieron realizar una versión en español con letra enfocada en el relato del coche, pero fueron de nuevo muy inteligentes al introducir el elemento de ruptura de patrón, es decir, de emplear la expectativa musical como medio de llamar la atención. Lo hacen al final del anuncio, cuando después de «piano sin control», vendría el «oh oh oh, oh oh oh, oh oh oh». Pero no es así, se rompe esa expectativa, y en su lugar la canción cambia para decir «y una maratón». Y ahora sí, después se escucha el «oh oh oh, oh oh oh, oh oh oh». Quizá resulte demasiado sutil, pero es extremadamente efectivo; de hecho, este truco publicitario es ampliamente usado para producir emociones.
Icono de la cultura popular
El empleo con fines comerciales de algo «sagrado» para muchos niños de la época puede suscitar rechazo. Por eso es esencial que su uso sea congruente con las asociaciones que los que lo emplean representan.
Lo que hizo Renault no es nuevo. Unos chavales madrileños, también niños en los 80, que formaron una banda en los 90 eligieron el nombre de la tortuga gigante y anciana que Atreyu busca para obtener respuestas: Vetusta Morla.
También Auryn, ese grupo musical de jóvenes que ni siquiera habían nacido cuando se estrenó la película, pero que probablemente les gustó significar el talismán que une el mundo real y el mundo de fantasía, y que confiere un gran poder a quien lo lleva. Y seguro que fuera de España podemos encontrar más ejemplos de nombres que aluden a La Historia Interminable (como «Atreyu» el grupo de metal estadounidense).
Desde el punto de vista psicológico, el individuo que tiene esa película como algo importante en su vida puede verse desconcertado si la red de asociaciones de aquellos que emplean elementos de ella no es congruente con lo que ese individuo quiere representar. Es sencillo de entender si pensamos en las pasión por clubes de fútbol, por ejemplo. Si eres muy fan del Real Madrid pero también lo es una persona a la que odias (o simplemente que tiene una red de asociaciones completamente opuesta a la tuya), puedes empezar a ver de otra manera las victorias del equipo, porque comienzan a tener un significado paradójico; te gusta, pero al mismo tiempo te disgusta que a tu enemigo le guste.
Este hecho explica que, en ocasiones, haya personas que renuncien a unos premios cuando un nuevo premiado que (según ellos) no merece serlo, efectivamente es agraciado con ese honor. Si A se une a B, pero C (que es lo opuesto a A) también se une a B, entonces A queda unido a C, y eso puede ser inasumible para algunos.
Por tanto, emplear el recurso de escoger un elemento icónico tiene el peligro de provocar rechazo, pero si existe cierta congruencia entre los valores que representa quien elige tomar ese elemento y los del elemento en sí, entonces la situación puede ser incluso muy positiva para todos.
Así, ocurre, por ejemplo con Historias Corrientes, esa extraordinaria serie de dibujos animados que continuamente hace referencia a iconos de los 80.
En uno de esos episodios («Garage Door») podemos ver una alusión a la escena de las esfinges, cuando Atreyu tiene que pasar por la puerta que lleva al Oráculo del Sur, y que vigilan dos esfinges. Mientras Atreyu se prepara para una nueva heroicidad, ve a un caballero que también lo intenta, pero es fulminado por la mirada de esas gigantescas construcciones.
La ausencia del padre o la madre
La película de La Historia Interminable hay que analizarla en el contexto del cine de la época, tanto el cine pre-adolescente como el adolescente. La madre de Bastian ha muerto, y esa ausencia es un elemento dramático presente en muchas películas de entonces (la mayoría, adaptaciones de novelas).
Carrie (1976), E.T. (1982), All the Right Moves (1983), Karate Kid (1984), Footloose (1984), Vision Quest (1985), Teen Wolf (1985), Noche de Miedo (1985), Jóvenes Ocultos (1987), o Hellraiser (1987), son sólo unos ejemplos de éxitos de esos años donde, por diversas razones (muertes, separaciones), el o la protagonista de la historia vive con esa ausencia.
Tal es así que en dos películas posteriores que pretenden homenajear a esos géneros (pre-adolescente y adolescente), Super 8 (2011) y Scream (1997), los protagonistas aparecen en la historia poco después de la pérdida de sus respectivas madres.
Esa situación tan dolorosa para los protagonistas provee a la historia de un elemento más de superación, y narra un contexto en el que se justifican algunas de las vacilaciones, miedos y claroscuros de los personajes.
De nuevo se juega con elementos «sagrados», arquetípicos, algo demasiado importante para ser banalizado, y que incrementa el nivel emocional del relato.
La apropiación de símbolos
Hemos explicado que esas vivencias de niño que ayudan a formar la identidad, y que son recordadas como elementos clave en la formación de las historias de vida, pueden ser estimuladas con la intención de añadir significado a algo que se vende, sea un coche, un disco, o una serie de dibujos animados.
Las formas de llevar esto a cabo deben ser respetuosas y congruentes con los valores que transmite el icono, con su significado. De otra forma, se corre el riesgo de producir el efecto contrario, el rechazo.
Sin embargo, el botín es tan atractivo que, incluso a pesar de ese riesgo, a veces hay quien se embarca en ese menester con el fin de emplearlo como herramienta de control social. Es la apropiación de símbolos, como forma de perversión del lenguaje.
«Atreju» (Atreyu) es el nombre de un evento que la ultraderecha italiana celebra desde 1998. Como indica Felipe G. Gil:
En la web del evento se justifica la relación entre el personaje de la historia interminable y el evento: «Al igual que el protagonista de La historia interminable, este evento que lleva su nombre quiere encarnar el ejemplo de un joven comprometido en la confrontación diaria contra las fuerzas del vacío, contra un enemigo que roba la fantasía de la juventud, que consume sus energías, despojándola de valores e ideales, hasta aplacar su existencia»
Lo que se pretende es que ocurra el efecto contrario al que hemos aludido anteriormente. Es decir, A se relaciona con B. Pero C, que no es del agrado de A también se relaciona con B. Pero como B es tan valorado por A, entonces existe una transferencia de rasgos de B hacia C, por lo que la relación entre A y C cambia, y C empieza a ser del agrado de A.
Por tanto, esa transferencia de rasgos es bidireccional, y eso es lo que está intentando aprovechar la ultraderecha italiana con esta maniobra de marketing político. Seguramente alguien pensará que es una maniobra inteligente, y puede que tenga razón, porque el marketing no tiene alma, no tiene conciencia, sólo es una herramienta al servicio de quien la quiera emplear.
Sin embargo, los valores que representa La Historia Interminable distan mucho de los que ofrece la ultraderecha italiana, comenzando precisamente por Atreyu, un guerrero indio, y que en el film fue interpretado por Noah Hathaway, actor de ascendencia mohicana.
Interminable, sí, la estupidez humana.
Conclusión
Los niños tienen un sentido de justicia inexorable. Cuando todavía conservan la inocencia, cuando todavía son capaces de volar por las tierras de Fantasía. Entonces pueden llamar a su caballo favorito «Artax», y perseguir a los abusones del cole montados en un dragón de la suerte.
Y los que ya no somos niños pero lo fuimos, nos gustaría seguir pensando que, pese a los intentos de banalizar algunos pilares de nuestra propia historia apropiándose de su simbología, somos lo suficientemente inteligentes para saber distinguir lo perverso de lo mágico. Al fin y al cabo, el amor que Bastian profesaba a los libros representa la mejor forma de detectar a los manipuladores.
Las lecciones de marketing que aprendemos analizando las referencias a los iconos culturales son numerosas, pero más allá de ellas está nuestra capacidad de entender la complejidad sobre la que se construye nuestra identidad.
A Michael Ende no le gustó la película, pero a los niños de la época eso no nos importó demasiado.