En este artículo publicado en el International Journal of Oncology, el autor, Lennart Hardell, reflexiona acerca de los conflictos de interés de varios miembros del panel de expertos de la OMS que debaten sobre los riesgos para la salud humana de la radiofrecuencia.
En 2011 la evaluación realizara por la IARC llevó a la OMS a catalogar la radiofrecuencia como posible cancerígeno. Es de destacar que, según el autor, la IARC tiene su financiación propia y la OMS actúa como mero observador.
A pesar de que, como indica el autor, desde 2011 varios estudios epidemiológicos y de laboratorio han corroborado y fortalecido esa asociación con el cáncer, desde el punto de vista de regulación no se han producido cambios relevantes.
La ICNIRP
La mayoría de los países siguen usando el estándar de la International Commission on Non-Ionizing Radiation Protection (ICNIRP), publicado en 1998. Es decir, no se están teniendo en cuenta las nuevas evidencias publicadas en los últimos 20 años. Ese estándar sólo considera como efectos nocivos los efectos térmicos (por calentamiento), y ello hace que los niveles de referencia sean muy altos y discordantes con los que sugieren que también existen efectos no térmicos.
La ICNIRP considera sólo los efectos a corto plazo de exposiciones muy intensas. Nada más, no tiene en cuenta exposiciones más largas a intensidades menores ni tampoco las diferentes sensibilidades de las personas (niños, enfermos, etc.).
Aunque esas guías de la ICNIRP fueron actualizadas en 2009, no se realizaron cambios relevantes en cuanto a los niveles máximos, y siguen sin considerar los efectos a largo plazo.
La ICNIRP es una organización privada con sede en Alemania. Como indica el autor, sólo los miembros de la organización pueden elegir a nuevos expertos para su panel, y muchos de ellos tienen lazos con la industria de las telecomunicaciones.
Los conflictos de interés
El autor señala la figura clave de Michael Repacholi, un investigador que a comienzos de los 90 comenzó a alertar sobre los riesgos de exposición a radiofrecuencia, y que sugirió a la OMS en 1996 que empezara un proyecto para su estudio en profundidad. Repacholi fue el primer director de la ICNIRP en 1992. Rápidamente la OMS aceptó la sugerencia del investigador y desde 1996 hasta 2006 fue el propio Repacholi el responsable del departamento de radiación electromagnética del proyecto. Así, Repacholi combinaba sus dos cargos, en la OMS y en la ICNIRP (aquí como «emérito»).
Sin embargo, Repacholi comenzó a meter a la industria por medio, pidiendo financiación para sus proyectos, y actuaba casi como un representante de los intereses del sector. Así, cuando dejó su cargo en la OMS en 2006, Repacholi apareció en varios vídeos de propaganda de organizaciones de empresas de telecomunicaciones.
Repacholi reclutó a Emilie van Deventer para el proyecto de la OMS, quien había sido miembro del Institue of Electrical and Electronics Engineers (IEEE), la organización más poderosa de ingenieros, y cuyos miembros tienen vínculos con la industria.
El autor destaca que 4 de los 6 miembros que forman el grupo central de expertos de la OMS pertenecen a la ICNIRP, y otro es antiguo miembro. Ser un miembro de la ICNIRP supone ya inmediatamente tener un conflicto de interés, porque esa organización está vinculada a la industria de las telecomunicaciones y también a la militar. En la siguiente tabla, se identifican esos 6 miembros, junto con otros cargos en diferentes instituciones.
El autor señala que esta situación ha sido denunciada por variar organizaciones, y que se han enviado diferentes peticiones a la OMS para que forme un panel realmente independiente, pero ninguno de esos llamamientos ha sido efectivo.
Desde la OMS se defienden argumentando que la ICNIRP es una institución que colabora con ellos y, por tanto, en esa relación oficial no puede haber conflictos de interés. De este modo, no tienen intención de cambiar su proceder. Sin embargo, no tienen en cuenta que la ICNIRP lleva dos décadas obviando la evidencia científica.
Comentarios
El autor se queja de la impasividad de la OMS para modificar una situación que parece poco higiénica, ya que parte de la premisa que ser miembro de la ICNIRP es ya de por sí un problema para dar recomendaciones sobre salud y campos electromagnéticos.
La ICNIRP publica en su web que no existe ni financiación de la industria ni conflictos de interés de los miembros de su panel. Lo hace como una muestra de transparencia e independencia.
Sin embargo, en este detallado texto elaborado por AVAATE, puede comprobarse que existe una divergencia entre lo que se declara en la web de la ICNIRP y la realidad del trabajo de cada miembro.
Después de leer este artículo de Lennart Hardell y los documentos de la ICNIRP y de AVAATE, creo que el lector puede juzgar por sí mismo el estado de la situación, y qué implicaciones tiene para la opinión pública.
Hardell, L. (2017).World Health Organization, radiofrequency radiation and health – a hard nut to crack (Review). International Journal of Oncoloy, doi: 10.3892/ijo.2017.4046