Quizá nunca valoremos lo suficiente el trabajo de personas como Juan Hernández Zubizarreta y el del resto de compañeros que luchan para edificar una resistencia al poder hegemónico de las multinacionales y proponer alternativas que den voz y dignidad a los pueblos e individuos desprovistos de sus derechos fundamentales.
Hace apenas unas semanas (comienzos de julio, 2017) se publicaba un nuevo documento explicativo sobre el Tratado Internacional de los Pueblos para el Control de las Empresas Transnacionales (Hernández, 2017), que merece la pena ser leído con detalle. Ese tratado se puede consultar de manera más concisa en Grupo de Trabajo de los Pueblos (2014), o mucho más resumido en Gastaka (2015), por lo que cualquier explicación por mi parte no estaría a la altura de esas referencias. Sin embargo, en este post quiero exponer varias reflexiones sobre esta reciente publicación, que espero animen a su lectura y comprensión.
Un principio erróneo
Cuando Aristóteles propuso que los elementos celestes orbitaban de manera circular, pasaron varias centurias en las que los científicos (incluido Copérnico) trataban de amoldar las observaciones a un principio erróneo. Por más que se esforzaban en hacerlo, no conseguían obtener explicaciones satisfactorias. Entonces llegó Johannes Kepler, quien postuló que las órbitas eran elípticas, resolviendo de manera genial el problema de base que hacía imposible modelar adecuademente el movimiento de los astros.
De forma análoga se toma como principio fundamental que el capitalismo neoliberal es la base sobre la que debe regir el sistema económico mundial. Esto es, libre circulación de capitales, servicios y bienes, mercantilización de servicios públicos, desregulaciones, reducción del gasto social, fomento de la libre competencia… Es como un «Principio Cero» para la OCDE, la Unión Europea, para las instituciones supranacionales y para la gran mayoría de los políticos del mundo. No deja de ser un postulado hegemónico, en el sentido que explica Hernández (2017), y en el que las fuerzas que lo defienden recurren a la falacia del dualismo para manipular a la sociedad (ver Martínez, 2016).
Cuando en abril de 2017 comentaba la grata noticia de la aprobación en el Parlamento Europeo de la futura elaboración de unas normas vinculantes para la industria textil (ver Martínez, 2017), destacaba como barrera a ese futuro documento las Directrices de la OCDE para empresas multinacionales o el Marco de Políticas de Inversión para el Desarrollo Sostenible de la UNCTAD, claramente defensoras del libre mercado.
Honestamente, parece complejo regular en un contexto en el que el fundamento es la desregulación, pero aún así, autores como Andreas Bieler (ver Martínez, 2016), indican que es todavía posible cambiar el sistema desde dentro mediante acciones concretas, por ejemplo si varios países acuerdan vínculos comerciales basados en la complementariedad. Como indica Bieler, esto debe llevar consigo un incremento del proteccionismo, la defensa de la autonomía alimentaria, la eliminación de los paráisos fiscales y la garantía de los servicios públicos y los sectores clave (energía, agua). En este sentido el Tratado de los Pueblos acoge estas y otras propuestas pero es más ambicioso todavía, ya que propone la desarticulación de la armadura jurídica del capitalismo (lex mercatoria). Así, la propuesta es «radical», como no podría ser de otra manera, ya que requiere un cambio de paradigma.
Hernández (2017), de este modo, propone romper con el capitalismo y plantear un nuevo sistema, un nuevo principio sobre el que desarrollar la economía. Las órbitas circulares eran erróneas, pero estuvieron 1900 años condicionando la explicación del movimiento de los astros y el avance de la astronomía. No cometamos una equivocación similar.
El maquillaje de los Derechos Humanos
A los que no somos juristas nos cuesta entender lo que Hernández (2017) y Hernández & Ramiro (2015) explican sobre la jerarquía del Derecho Internacional de los Derechos Humanos – incluido el Derecho Internacional del Trabajo y el Derecho Internacional Ambiental- que es superior a las normas de comercio e inversiones, nacionales e internacionales, por su carácter imperativo y como obligaciones de toda la comunidad internacional y para toda la comunidad internacional.
Si es así, ¿por qué no se aplica? Recordemos que se está permitiendo una situación en la que las multinacionales demandan a Estados por las intervenciones que estos realizan y que pueden dañar la maximización de beneficios (independientemente de que los Estados lo hagan para beneficiar a sus ciudadanos y ecosistemas). Si los intereses de los inversionistas nunca pueden estar por encima de los intereses de las personas, los pueblos y la naturaleza, ¿por qué se está permitiendo esta situación? ¿De qué sirve la Declaración Universal de los Derechos Humanos si sistemáticamente se vulneran sus artículos sin apenas castigo?
Parece una obra de maquillaje del propio sistema, al menos a efectos prácticos. Hernández (2017) demanda un instrumento vinculante de Derecho Internacional. O más bien, simplemente, que se aplique la ley (la jerarquía del Derecho Internacional). Pero esa fragilidad del Derecho Internacional de los Derechos Humanos y el Derecho Internacional del Trabajo (Hernández emplea la palabra «frágil» recuerrentemente), es una muestra de que no cumple su cometido.
Si las empresas usan la Responsabilidad Social Corporativa como forma de lavar su imagen (un instrumento más de marketing), el sistema parece que emplea la existencia del Derecho Internacional de los Derechos Humanos como una máscara de garantía vigilante, que se comporta como una simple careta; el sistema ha construido su propia armadura para seguir acumulando, extrayendo y generando desigualdad.
Una lucha totalmente desigual
Una de las formas que el Tratado de los Pueblos propone para luchar contra esta hegemonía es la realización de juicios de naturaleza opinativa (el Tribunal Permanente de los Pueblos), basado en los tribunales Russell, que den visibilidad y voz a las personas y comunidades perjudicadas por los abusos de las multinacionales.
Pese a los esfuerzos de Hernández (2017) de justificar y defender la utilidad de estos tribunales, la cuestión fundamental, en mi opinión, es la relevancia que ellos tienen a efectos prácticos. Es sin duda un elemento de consuelo, dignidad y reconocimiento de las víctimas, pero ¿ello se traslada a una influencia posterior en procesos jurídicos no opinativos? Y más aún, ¿qué repercusión mediática tienen?
Esta última pregunta es de vital importancia para que sirvan realmente como herramienta de concienciación sobre los atropellos de las multinacionales y los muchos casos de complicidad de los estados y entidades supranacionales. Pero si sólo tiene repercusión en medios alternativos o de contra poder, y se margina en los medios masivos, su área de influencia va poco más allá de la de aquellos que precisamente ya están «convencidos» o concienciados.
Este es, a mi juicio, una de las grandes barreras para el despertar de conciencias, pese a que el Tratado de los Pueblos cuenta con el apoyo de varios cientos de movimientos sociales. El diagnóstico y propuesta más radical de Juan Hernández (Hernández, 2017) o el quizá más moderado de Andreas Bieler (ver Martínez, 2016) son prácticamente inapelables para cualquier persona honesta y empática: acertados y convincentes. Pero si esa información sigue pesando muy poco en relación a la hegemónica, la presión para el cambio es insuficiente.
Post-capitalismo
Ni comunismo, ni socialismo, ni ecologismo, ni socialdemocracia, ni anarquismo. Tanto Hernández (2017) como Hernández & Ramiro (2015) inteligentemente plantean un modelo post-capitalista. Y los matices en el lenguaje son esenciales, tal y como comentaba en las formas en las que el sistema tiene de manipular (Martínez, 2016).
Los últimos 40 años de este sistema han sido un fracaso, e incluso en esta misma web he ido mostrando algunos ejemplos de ello: (1) Vivimos más pero no con mejor salud; (2) se ha reducido la prevalencia del infrapeso, pero ha conseguido una sociedad en la que el porcentaje de personas en riesgo (infrapeso+obesidad) es mayor; (3) la especulación en los mercados financieros con alimentos básicos ha producido varias crisis alimentarias; (4) las grandes corporaciones corrompen los organismos reguladores; (5) los gigantes tecnológicos y textiles siguen explotando/esclavizando a trabajadores; (6) los grandes empresarios condicionan las políticas públicas de salud; (7) se pierden los servicios públicos y se fomenta la violencia simbólica; (8) existen maquillajes de «capitalismo + caridad» que intentan legitimar el sistema en lugar de sacrificar un pequeño porcentaje de los beneficios en respetar los derechos humanos; (9) se evaden impuestos en paraísos fiscales…Y hay mucho más, claro.
No es de extrañar que ante esta perspectiva el Tratado de los Pueblos proponga terminar con este nuevo sistema feudal, con postulados como: «prohibir los lobbys, los paraísos fiscales, convertir en obligatoria la tasa Tobin, prohibir las agencias privadas de calificación. Limitar las concentraciones y fusiones de capital, impedir que los cargos públicos se incorporen a los consejos de administración de las empresas transnacionales (las llamadas puertas giratorias), nacionalizar la banca y prohibir todos los mecanismos que potencian las inversiones especulativas«.
No hay dualismo aquí, y tampoco eufemismos. Hernández (2017) no permite que el poder apele a la falaz dicotomía capitalista-comunista. El capitalismo neoliberal debe terminar. Que empiece el post-capitalismo.
Qué podemos hacer en el día a día
Sin la intención de ser paternalista, me permito la licencia de interpretar los postulados de Hernández (2017) en base a recomendaciones prácticas para pasar a la acción. De manera siempre muy general, quizá sería conveniente repasar los siguientes elementos, la mayoría obvios para los que llevan mucho tiempo en la «resistencia»:
(1) Consumir (menos y mejor): Empleemos el consumo como acto político para castigar a las empresas que no respetan los derechos humanos y la naturaleza y premiar a aquellas que trabajan en la dirección correcta. No nos dejemos engañar por el greenwashing y miremos con agrado a personas y organizaciones comprometidas con las líneas que propone Hernández (2017), y no a las que no tienen la valentía suficiente de hacerlo (ver Martínez, 2017). Aunque algunos activistas se opongan (Martínez, 2016), a veces el boicot es una medida de presión efectiva (McDonnell & Werner, 2016)
(2) Votar: Cualquier partido político que defienda el armazón de este sistema no debe contar con nuestro voto. Partidos que, por ejemplo, apoyen el TTIP o el CETA, la existencia de zonas francas, la privatización de servicios públicos, el comercio de competitividad… no mercen el voto; son cómplices de todas las tropelías que Hernández (2017) denuncia.
(3) Luchar: Impliquémonos desde abajo, en movimientos vecinales, demandas sociales, diseminando información, señalando a los que favorecen un sistema depredador. También en universidades y otros centros educativos. Luchemos en grandes contiendas (ej: para que no privaticen la educación y la sanidad, para defender derechos de los trabajadores, para nacionalizar la banca o la energía…), y también en pequeñas (ej: para que no pongan un parking privado en un hospital público, para que no contaminen un barrio con pesticidas, para que no instalen una antena de telefonía enfrente de casa…). No se puede estar en todas las guerras, es cierto, ni siquiera en muchas, pero no hay que culparse por no poder abarcar todo; nadie es perfecto, pero el objetivo no es la perfección, sino recorrer el camino en la dirección correcta.
(4) Pensar: Intentemos acceder a información completa, fuera de los medios masivos habituales. Seamos críticos incluso con las alternativas contra hegemónicas como las que propone Hernández (2017), pero reflexionemos profundamente acerca de las consecuencias de un sistema que favorece a un 1% en detrimento del 99% restante, que en algunos casos resulta en el 0.001% en detrimento del 99.999% (Leonhardt, 2017).
Conclusión
El Tratado Internacional de los Pueblos es un trabajo inspirador que está siendo discutido en el Consejo de las Naciones Unidas. Más allá de su efecto sobre la elaboración un futuro instrumento jurídicamente vinculante sobre las empresas transnacionales, este documento representa una base ideológica para el estímulo del pensamiento crítico.
Uno de los retos es hacer que este diagnóstico de la situación y las alternativas propuestas lleguen a segmentos diferentes de los ya concienciados. El desafío es grande en cuanto a que cualquier propuesta educativa o formativa en este sentido es vista desde el poder hegemónico como una amenaza. Evidentemente será tachada peyorativamente de «radical» por el establishment, para emborronar los argumentos esgrimidos, frente a la «moderación» de la política de los oligarcas defendida de forma impostora como una virtud.
Pero mientras el sistema actual (tan «moderado»), «moderada y sensatamente» atenta contra la dignidad y la vida de los pueblos, contra la naturaleza, y contra los derechos fundamentales de los ciudadanos, entoces el cambio de paradigma y la radicalización de las alternativas se convierten en la única vía de transformación. Si defender la aplicación del Derecho Internacional de los Derechos Humanos y del Derecho Ambiental, y repudiar un sistema basado en la codicia, la usura y la desigualdad, es ser radical, entonces seamos radicales.
Sin embargo, hay que admitir que dejar atrás el capitalismo es una tarea altamente compleja, quizá bastante más difícil de llevar a cabo que la que consiguió Kepler.
Referencias
Gastaka, E. (2015, julio 15). El tratado internacional de los pueblos como garantía de los derechos humanos. Descargado desde: http://www.revistapueblos.org/?p=19581
Grupo de trabajo del Tratado de los Pueblos (2014). Ideas y propuestas para avanzar hacia un Tratado Internacional de los Pueblos para el Control de las Empresas Transnacionales. Disponible en: http://www.stopcorporateimpunity.org/wp-content/uploads/2015/02/PeoplesTreaty-ES-dec2014-1.pdf
Hernández, J. (2017). El tratado internacional de los pueblos para el control de las empresas transnacionales. Un análisis desde la sociología jurídica. Disponible en: http://omal.info/IMG/pdf/tratado_sociologia_juridica.pdf
Hernández, J. & Ramiro, P. (2015). Contra la lex mercatoria. Propuestas y alternativas para desmantelar el poder de las empresas transnacionales. Icaria Editorial.
Leonhardt, D. (2017, agosto 7). Our broken economy, in one simple chart. Descargado desde: https://www.nytimes.com/interactive/2017/08/07/opinion/leonhardt-income-inequality.html?smid=tw-share
Martínez, J. A. (2016, octubre 7). Preguntas y respuestas sobre la explotación laboral en la industra textil. Descargado desde: http://www.cienciasinmiedo.es/b172/
Martínez, J. A. (2016, octubre 14). Propuestas para un régimen alternativo de comercio. Descargado desde: http://www.cienciasinmiedo.es/b174/
Martínez, J. A. (2016, diciembre 10). Psicópatas, políticos, corporaciones, control social e impunidad. Descargado desde: http://www.cienciasinmiedo.es/b192/
Martínez, J. A. (2017, febrero 23). Naming rights; ¿Se puede vender todo? Descargado desde: http://www.cienciasinmiedo.es/b223/
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McDonnell, M. H. & Werner, T. (2016). Blacklisted Businesses: Social Activists’ Challenges and the Disruption of Corporate Political Activity. Administrative Science Quarterly, doi: 10.2139/ssrn.2454702