En este trabajo publicado en el 15th World Congress on Public Health, en Melbourne (Australia) en 2017, Mary Redmayne nos acerca un poco más al problema de la electrohipersensibilidad (EHS), tristemente ninguneado en ciertos foros científicos y académicos.
No hay datos claros sobre su prevalencia, pero Redmayne reporta dos cifras: 1.5% en Suecia (datos de 1997) y 13.3% en Taiwan (datos de 2011).
A comienzos de 1900 y hasta la II Guerra Mundial, se conocía que los emisores de radiofrecuencia calentaban los tejidos, y se empleaban en algunos tratamientos médicos de diatermia (calentamiento de zonas del cuerpo mediante radiofrecuencia), enfocados principalmente al alivio del dolor.
Después de la II Guerra Mundial, tanto la investigación de la industria como la investigación militar encontraron efectos en los operadores de radar: dolores de cabeza, caída de pelo, esterilidad temporal. Es lo que se comenzó a llamar como “enfermedad de las microondas”.
Posteriormente con la aparición de las pantallas de computador también comenzaron a aparecer síntomas. En los primeros 80 se introdujo el primer teléfono móvil, pero no fue hasta 1989 cuando se conocía este problema como electrohipersensiblidad.
La electrohipersensibilidad está caracterizada por síntomas subjetivos, como por ejemplo:
– Sistema nervioso: fatiga, dolor de cabeza, temblores, estrés, problemas de sueño.
– Piel y ojos: picor, secadez, picazón, hormigueo, erupciones.
– Motricidad: debilidad, dolor en articulaciones, entumecimiento.
– Cognición: Discapacidad en la memoria, falta de concentración.
– Otros: palpitaciones cardíacas, problemas digestivos, ansiedad, depresión.
La autora señala que todos somos electrosensibles porque todos tenemos una respuesta biológica a los campos electromagnéticos, incluyendo los naturales. Sin embargo, los electrohipersensibles los manifiestan como una variedad de síntomas dermatológicos, neurasténicos y/o vegetativos, y que la persona atribuye a esos campos electromagnéticos. Independientemente de cuál sea la causa, la EHS es real y a veces es un problema incapacitante.
Esos síntomas pueden ser considerados como una reacción del sistema inmune a una amenaza del entorno. Es comouna reacción biológica defensiva hacia una toxina o alérgeno. Y, pese a la dificultad de su caracterización, ya hay propuestos diversos marcadores biológicos para su diagnóstico.
La autora distingue las personas electrohipersensibles de aquellas que sufren una respuesta automática cuando ven un equipo que produce emisiones de radiofrecuencia, independientemente de que está emitiendo o no, donde puede producirse un efecto nocebo.
La autora comenta los resultados del estudio de Belpomme et al (2015), consistente en una muestra de 727 personas EHS y/o con sensibilidad química múltiple (SQM) en Francia, con el objetivo de obtener un diagnóstico biológico objetivo, proponiendo una serie de marcadores biológicos fácilmente empleables para su diagnóstico.
Comentarios
En este trabajo (que es sólo una parte de uno de mayor entidad), la autora defiende el reconocimiento de la EHS como un fenómeno real, que no es nuevo, sino que simplemente se ha acentuado en los últimos años por el desmesurado crecimiento de la exposición a radiofrecuencia.
Todos somos electrosensibles, pero hay una parte que desarrolla respuestas defensivas extremas, similar a las realizadas frente a una toxina o un alérgeno. La presencia del efecto nocebo es real, pero no debe confundirse con el problema global de la EHS; miles de personas sufren síntomas similares que les pueden producir discapacidad.
La autora recomienda las investigaciones de Tuenger and von Klitzing (2013) y De Luca et al. (2014) para conocer mejor las características de esta enfermedad, aunque el término de «enfermedad» para referirse a este tipo de casos siga siendo controvertido.
Redmayne, M. (2017). Wi-Fi is an important threat to human health. 15th World Congress on Public Health, Melbourne (Australia)