Algunos de mis alumnos tienen entre ceja y ceja un pensamiento: lo contrario al capitalismo es el comunismo. El capitalismo representa libertad de pensamiento, elección y acción, mientras que el comunismo es un «régimen» de represión en el que no existe esa libertad. Los capitalistas son los buenos, y los comunistas los malos. Al fin y al cabo, Estados Unidos se ha pasado toda la Guerra Fría esgrimiendo explícitamente ese mensaje en el cine y las series de televisión. Y ciertamente hicieron bien su trabajo ya que, entre otras cosas, esas películas sirvieron como empuje de varios alzamientos, como en Rumanía. El Macarthismo y su caza de brujas fue, posiblemente, el punto más álgido en esa cruzada contra el comunismo.
Es un perverso juego del lenguaje en el que se asocian términos positivos o negativos a un concepto con el fin de alterar su significado. Los mecanismos de propaganda son implacables a este respecto. Otro ejemplo lo tenemos con la palabra «aliado». Los aliados eran los buenos en la Segunda Guerra Mundial porque vencieron a los nazis, y los aliados ahora son los países de la OTAN que bombardean implacablemente otros países, independientemente de lo que diga la ONU. Pero esos países, encabezados por Estados Unidos, se autodenominan aliados, es decir, «los buenos», y los que sufren sus actos de terrorismo son «los malos». Los medios de comunicación del sistema, como no podía ser de otro modo, se comportan como un altavoz que amplifica la bondad de ese concepto.
Este hecho también ocurre en publicidad, por supuesto. Este anuncio de New Balance de 1984, con la candente tensión del boicot olímpico de la Unión Soviética a los JJOO de Los Ángeles (en respuesta al realizado por EEUU en los JJOO de Moscú cuatro años antes) es otro buen ejemplo. El anuncio, desde luego, no tiene desperdicio. Un corredor solitario rompiendo el orden de un desfile en Moscú. El color del capitalismo frente al gris del comunismo. Ensalzamiento de la cultura individualista frente a la supuesta alienación comunista, donde todo el mundo está privado de libertad. Se llama explícitamente “pésimos” (“lousy”) a los comunistas, porque ellos no practican el único sistema válido y exitoso: el capitalismo. El comunismo es la distopía orwelliana, mientras el capitalismo/neoliberalismo es la quinta esencia del desarrollo económico y social.
Esos alumnos odian la palabras regulación e intervención. Les parece ir en contra de la libertad. Cuando el Estado interviene y regula entonces coarta las libertades y se asoma peligrosamente al precipicio comunista. En los debates que mantenemos en clase no admiten la posibilidad de que los que más tienen aporten más al sistema que los que menos poseen, no están de acuerdo en que se grave más a las grandes empresas o que éstas vean limitado el despedir a cientos de trabajadores aún teniendo millones de Euros de beneficios porque no se ha llegado al objetivo estipulado. Les da igual que un ejecutivo gane un sueldo estratosférico en comparación a un operario de la misma empresa, y no comparten la idea de que los que decidan sobre la economía (y por ende, sobre la sociedad) de un país sean los mercados financieros en lugar de los políticos elegidos democráticamente por el pueblo. A grandes rasgos, este es el perfil.
De poco sirve que siempre al comienzo de la asignatura hablemos de la cara oculta de grandes empresas, de cómo cometen «fraude legal» a través de los paraísos fiscales, de cómo explotan a los trabajadores y no cuidan el medio ambiente. De cómo se anteponen los intereses económicos a los de las personas (ponemos ejemplos concretos de la industria farmacéutica o de las prácticas abusivas de las empresas energéticas o de los bancos). Básicamente ellos piensan que los que ganan tanto dinero es porque «se lo merecen», y que no tienen que aportar ni un euro más que los que no pueden llegar a fin de mes (porque implícitamente «también se lo merecen»). En este excelso universo capitalista cualquiera puede ser rico si es listo y «lo vale», aunque la evidencia sobre cómo consigue esa pequeña elite y burguesía llegar a esas posiciones diga que, en muchos casos, es a través de prácticas ilegales, poco éticas y tremendamente insolidarias.
Si más de un 27% de los españoles está en riesgo de pobreza o exclusión mientras las empresas del IBEX 35 siguen multiplicando sus beneficios ello no indica un fallo del sistema, sino un daño colateral del sistema de libertades. Son precisamente esas personas con menos recursos las que sufren más enfermedades, es decir, sus problemas de salud están altamente asociados a su nivel socioeconómico. Pero eso da igual, porque los enfermos (o los muertos) «no son todos iguales», para que «haya un primer mundo tiene que haber un tercer mundo», «si tú pudieras, también robarías» y otras lindezas que uno tiene que escuchar en estos debates. Al fin y al cabo viven en su mundo feliz, sin plantearse si la utopía (o distopía, según se mire) de Huxley no está siendo reproducida sucintamente por este sistema.
La naturaleza de los seres humanos
Paso una parte importante de las primeras semanas de mi asignatura de marketing intentado esclarecer los fundamentos del comportamiento del consumidor, y para ello repaso también algunas aportaciones a la explicación de la naturaleza del comportamiento humano. Les acerco a la visión hobbesiana sobre la necesidad de que exista un Leviatán que impida que las personas ejerzan el poder impunemente unas sobre otras. Ese monstruo bíblico es en realidad una metáfora; está idealmente formado por la ciudadanía, y cumple los propósitos de regulador con el fin de ser un poder por encima del poder individual que permita la convivencia y limite las ansias individuales de someter a los más débiles.
La famosa sentencia popularizada por Hobbes de «el hombre es un lobo para el hombre», retrata perfectamente la naturaleza egoísta de muchas personas que buscan sus objetivos particulares en detrimento de los colectivos, sometiendo y explotando al prójimo con el fin de acrecentar su poder. Es aquí donde hilamos con la jerarquía de necesidades del psicólogo Maslow, quien representaba las necesidades de éxito social, reconocimiento por parte de los demás y admiración. Maslow anteponía esas necesidades a las de realización personal. Es decir, el ser humano necesita primordialmente sentirse respetado y admirado por los demás antes de que pueda satisfacer sus más personales motivaciones.
Llegados a este punto nos remitimos al sociólogo francés Baudrillard, que nos habla de que precisamente una de las formas que los individuos tenemos de satisfacer esas necesidades de éxito social, reconocimiento y estatus es a través de los productos de consumo. Los productos son mercancías-signo, es decir, valores económicos dotados de significación. Por tanto, las posesiones materiales tienen una simbología, y es en parte por ello por lo que se adquieren, con el fin de transmitir una imagen que signifique éxito, poder y sea susceptible de ser admirada. Al igual que el anillo de poder que Frodo Bolsón llevó valientemente durante toda su aventura pero que finalmente no pudo destruir por él mismo, los productos de consumo son objetos de poder que nos permiten percibir esa sensación de dominio. Tolkien retrató perfectamente con esta metáfora la naturaleza humana en este sentido.
El siguiente paso es la mención a Schopenhauer. El filósofo alemán consideraba a los seres humanos como eternamente insatisfechos, buscando desesperadamente cumplir su siguiente objetivo. Ese inconformismo llevaba a la infelicidad, al sufrimiento por no poder atender al deseo constante inherente a la existencia. Pese a que esto puede interpretarse como una forma de que la voluntad del hombre supere las dificultades sociales y se subleve frente a las injusticias, también deviene una lectura más siniestra en el sentido en que la ambición nunca se ve saciada, y existe un deseo irrefrenable de tener más, ser más y aparentar más. Schopenhauer hablaba de la contemplación de la belleza como modo de escapar de ese deseo material.
Finalmente cerramos el círculo con la alusión a Freud y su visión del hombre como un ser que reprime sus deseos y sus más bajos instintos gracias a las normas sociales. En la medida en que ese superyosea más importante, el hombre puede tener un yo más equilibrado, o al menos, no ceder tan fácilmente a la necesidad del placer y satisfacción inmediatos del ello, y de las pulsiones de instintos como el sexual, la agresividad o la muerte.
En resumen, pintamos una visión del ser humano ciertamente oscura, en el que para convivir en armonía se necesitan normas y regulaciones que aplaquen la fiereza de la bestia que llevamos dentro. Unas normas que tienen que idealmente representar a todos, lo que implícitamente hace que el poder resida en la mayoría y no esté concentrado en unos pocos. Pero incluso aún en ese contexto, el hombre busca a través de las posesiones materiales satisfacer sus motivaciones principales de una manera irrefrenable e inconformista. La ausencia de esas normas multiplica ese deseo material y hace que el lobo aparezca, y que los instintos de satisfacción inmediata y búsqueda del placer instantáneo prevalezcan sobre las acciones características de una convivencia respetuosa, solidaria y edificante.
Evidentemente podríamos extendernos mucho más con este tema, pero pienso que cuando tratamos de explicar el comportamiento de muchos políticos, ejecutivos de empresas y consumidores, la visión que acabo de representar se acerca bastante a la realidad que vemos día a día.
El caso de la NBA
La liga profesional norteamericana de baloncesto es un caso interesante de estudio porque, paradójicamente, en el paraíso neoliberal y capitalista existe una microcosmos extremadamente regulado, con el fin de garantizar la supervivencia y el beneficio de las múltiples partes que intervienen en ese negocio. A esos alumnos que piensan que la regulación, el incremento del poder del Estado, y la articulación de normas solidarias es una característica del comunismo, les digo que, entonces, la NBA es claramente comunista.
Para ello les comento algunas regulaciones de la NBA que discutimos en clase en contraposición a cómo funcionan en muchas ocasiones los mercados regidos por las grandes empresas y teóricamente «supervisados» por el Estado. Recordemos que los equipos de la NBA son empresas que buscan legítimamente el beneficio, y que tienen trabajadores a su cargo (como los jugadores). En las líneas subsiguientes señalo 10 de esas regulaciones, sólo una muestra destacada de las decenas que existen.
1. Tope salarial: En un límite que se establece para incentivar la igualdad de los competición, y que los equipos más poderosos no puedan adquirir a los mejores jugadores (que normalmente cobran más). Se estableció en 1984, y casi siempre ha ido creciendo en conjunción con el incremento de los ingresos de la liga. Para la actual temporada es de poco más de 63 millones de dólares. Por tanto, existe una limitación a la suma del salario de los jugadores en cada plantilla.
2. Impuesto de lujo: Los equipos pueden romper ese tope salarial, pero a costa de pagar un impuesto que se incrementa no linealmente en función de la cantidad añadida por encima de ese tope. Es decir, cuanto más presupuesto tienen los equipos por encima del tope salarial más tienen que pagar en impuestos a la liga, siendo el impuesto mayor que esa propia cantidad añadida. Por ejemplo, hasta los 4.99 millones de dólares el equipo paga 1.50 dólares por cada dólar, pero si el presupuesto excede el tope salarial entre los 15 y los 19.99 millones de dólares entonces pagan 3.25 dólares por cada dólar adicional. Es decir, los impuestos superan el 100% de la cantidad añadida. Esto hace que los equipos se lo piensen mucho antes de romper el tope (aunque muchos de ellos lo hacen). Además existen penalizaciones para los equipos que repiten año a año por encima del presupuesto estipulado en salarios. Lo bueno de este sistema es que parte de esa recaudación de impuestos la emplea la liga para premiar a los equipos que cumplen con el tope salarial.
3. Salario mínimo del equipo: Existe una cantidad mínima que los equipos tienen que pagar a sus jugadores globalmente. Es decir, hay un tope por arriba y un tope por abajo. En esta temporada el tope es del 90%, es decir, el margen de maniobra es muy pequeño, por lo que el nivel salarial de los equipos que cumplen el tope por arriba es muy parecido. Esta es otra medida para incentivar la igualdad de la competición y la preservación de los sueldos de las plantillas. En realidad ese 90% no es sobre el salario total sino sobre la masa salarial (dinero pagado realmente, por ejemplo, cuando un jugador es traspasado cuenta para la masa salarial pero no para el salario total). Cuando un equipo no alcanza ese 90% tiene que pagar la diferencia al final de la temporada y distribuirla entre los propios jugadores del equipo.
4. Salarios de jugadores con máximos y mínimos: Los jugadores pueden percibir un salario siempre dentro de una banda de máximos y mínimos, en función de los años de experiencia en la liga. En esta temporada el mínimo para los rookies (novatos de primer año) es de poco más de medio millón de dólares, frente al casi millón y medio que cobran los que llevan más de 10 años en la liga. Por tanto, la antigüedad determina el salario mínimo a percibir, premiándose esa experiencia. El salario máximo también está limitado en función del tiempo de experiencia en la liga. En la temporada pasada, para los novatos era de alrededor de 13.7 millones de dólares, frente a los más de 19 millones para los que llevaban más de 10 años. Sin embargo, el que se alcancen esas cifras depende del salario global del equipo, ya que un sueldo de novato no puede pesar más del 25% del total del equipo, y uno de veterano del 35%. Existen además, excepciones para premiar a los mejores jugadores con menos experiencia en la liga y para incentivar la contratación por los equipos de jugadores más veteranos (más caros). Por tanto, aunque el rango entre el salario mínimo y el máximo es grande, este sistema permite una menor dispersión de salarios, una mayor equidad, evitar grandes asimetrías, premiar a los más experimentados y garantizar un mínimo a los novatos. Algún alumno me decía al respecto que era muy injusto que si un novato era muy bueno no pudiera tener un sueldo de superestrella desde el primer día. Pero esto se hace, como todas estas normas, para intentar preservar la igualdad y simetría en la retribución. Y además, como le contestaba yo al alumno, si realmente ese novato es bueno, se le quitarán esas «penas» con el ingente sobresueldo que se sacará con la firma de contrato con una marca de zapatillas.
5. Reparto de ingresos entre equipos: Los ingresos de los equipos no tienen limitación, por lo que hay mucha asimetría entre lo que ingresan los equipos en grandes mercados (ej. Nueva York o Los Ángeles) frente a los equipos en pequeños mercados (ej. Memphis). Si no existiera una norma que repartiera esos ingresos entonces los equipos más grandes «obligarían» a los más pequeños (que generan menos ingresos) a gastar más en salarios, ya que el tope salarial se calcula en función de los ingresos totales de la liga. Sería ciertamente insostenible, al margen de sesgar deportivamente la competición. Por ello, el dinero ingresado por los equipos por todas sus actividades (venta de entradas, derechos de TV, parte de lo ingresado por patrocinios, etc.) va a parar a un montante global que se reparte. Es decir, que los equipos que más dinero generan son los que relativamente menos reciben en el reparto, cubriendo los bajos ingresos de los más débiles, que son los que relativamente más reciben en ese reparto. Es una medida solidaria que de nuevo fomenta la supervivencia y buen clima de la competición. Obviamente esto no quiere decir que los equipos de mercados pequeños se relajen y esperen a ser «rescatados» por los ingresos de los grandes, ya que la NBA controla ciertos objetivos de ingresos de cada equipo basado en el tipo de mercado en el que se mueve (terminales de TV, por ejemplo). Si no se llega a esos objetivos la liga interviene en su estrategia de negocio, pudiendo llegar a sancionarlos renunciando a una parte de ese reparto. Es decir, los más grandes sustentan a los más pequeños sin que ello quiera decir que los más pequeños no deban intentar trabajar eficientemente para conseguir un mínimo de ingresos. Existen, además, varias matizaciones a este reparto en función de variables como el número de receptores de TV de ese mercado, que hace que los equipos contribuyan en menor o mayor medida a ese fondo para el reparto. Asimismo, no se efectúa pago a equipos con beneficios mayores de 10 millones de dólares.
6. Derechos de licencia y patrocinio de los equipos: La NBA controla los derechos de licencia de los equipos (vender producto licenciados, como por ejemplo, una mochila con el logo del equipo). Además, los equipos no pueden firmar con un patrocinador individual para las equipaciones, porque es la liga la que firma un contrato global (en este caso con Adidas), por el cual todos los jugadores de todos los equipos están obligados a vestir Adidas en su uniforme (ropa de juego y de calentamiento) en todos los partidos de la temporada, independientemente del contrato que cada jugador tenga con otra marca deportiva. Eso sí, la marca de zapatillas es de libre elección, aunque la NBA se reserva el derecho de prohibir una marca o un modelo si cree que supone una ayuda que crea una ventaja competitiva para el juego, como ocurrió en 2010 con las zapatillas de Athletic Propulsion Labs, que mejoraban ostensiblemente el salto vertical (unos 10 centímetros).
7. Vestuario: La NBA tiene un código para la vestimenta por el cual los jugadores tienen que ir bien vestidos y aseados en público. Ya no se permite el estilo «gangsta», ni usar, por ejemplo, pantalones extremadamente grandes, ni salir en actos públicos con una vestimenta de cualquier tribu urbana. Por supuesto en el banquillo (los lesionados) deben estar con chaqueta, al igual que los entrenadores. De este modo, la NBA somete a los jugadores a un código muy concreto de vestuario y apariencia en aras de proyectar la imagen que la liga desea.
8. Representantes: No sólo los jugadores tienen limitado el salario, los agentes de éstos también tienen restringida su comisión a un máximo del 4%. Alguien pudiera pensar que esto lo que hace es estimular la negociación de grandes contratos y una burbuja inflacionista en pos de que el agente incremente su comisión bruta. Ciertamente, el conocido agente David Falk es sospechoso de esa «avaricia», y de inflar los contratos a partir de los 80 de manera extraordinaria. Pero realmente la NBA ha incrementado su volumen de negocio de tal manera que este hecho no creo que sea muy relevante. En 30 años desde que se instauró el límite salarial, ese tope se ha multiplicado por 20, y como éste es un indicador de la cantidad de ingresos de la competición, no podemos sino admitir que el negocio de la NBA se ha transformado extraordinariamente.
9. Control sobre las retransmisiones: La NBA vende los derechos de broadcasting a diferentes cadenas de televisión en todo el mundo, pero dentro de su política de branding saben que es muy importante saber cómo tratan su producto esos compradores. En España, cuando Canal Plus adquirió los derechos de retransmisión de la NBA a mitad de los 90, la delegación europea de la liga no estaba muy convencida sobre el estilo heterodoxo de narración del fallecido Andrés Montes. Luego sucedió que Montes triunfó, y la NBA utilizó su imagen para promocionar su producto a nivel internacional. Además, los periodistas deben cumplir una serie de reglas para cubrir los partidos.
10. Capacidad para vetar un traspaso: David Stern, quien fuera comisionado de la NBA durante prácticamente 30 años, y uno de los responsables de convertir la NBA en lo que es ahora mismo a nivel de negocio vetó el traspaso del base Chris Paul a los Lakers a finales de 2011. Varios dueños de equipos se quejaron de que los Lakers abusaban de su poder e iban a formar un equipo imbatible que iba a hacer que la competición se desequilibrara muchísimo. Fue una decisión muy criticada, pero deja a las claras cómo el máximo responsable de la liga realizó una intervención (acertada o no) sobre el mercado de jugadores para intentar preservar la buena salud del negocio.
Podríamos seguir explicando muchas más normas interesantes, como la cantidad de sanciones y multas que los jugadores pueden recibir por no cumplir con los diferentes compromisos que les obliga la liga (promociones, actos solidarios, cursos de formación de novatos, etc.). Ese dinero de las multas o suspensiones se emplea con fines benéficos. Sin embargo, creo que con este decálogo de regulaciones es más que suficiente como para hacer ver a los alumnos que, según su razonamiento, la NBA es indudablemente comunista. Después de todo, los salarios están limitados por arriba y por abajo, los ingresos se reparten para beneficiar al que menos tiene, se castiga impositivamente a los equipos que superan el tope salarial, se interviene sobre los equipos para que cumplan sus objetivos de ingresos, se les dice a los jugadores cómo tienen que vestir, a los periodistas cómo deben retransmitir, a los representantes lo que deben cobrar y, por último, se tiene la capacidad última para intervenir el mercado con el fin de salvaguardar la equidad de la competición.
Conclusión
Evidentemente la NBA no puede considerarse comunista, pero muchos de sus principios de actuación van dirigidos a fomentar la solidaridad entre los equipos (que son empresas, no lo olvidemos), a preservar la igualdad de la competición, a garantizar unos salarios dignos y equitativos entre jugadores, y a limitar y castigar los presuntos abusos de autoridad de los más poderosos. Todo ello dentro del universo neoliberal estadounidense. Aunque la NBA es un microcosmos y la realidad de los mercados y los países es mucho más compleja, esta analogía con la liga americana nos debe hacer ver que un mayor control del Estado, un mayor poder de éste frente a otros intereses económicos, y una mayor capacidad para garantizar la solidaridad y equidad se pueden conseguir sin necesidad de convertirnos en Corea del Norte.
El discurso maniqueo de los defensores de este capitalismo impío en el que estamos sumidos por el cual la única alternativa al sistema actual es el comunismo radical y degenerado, es mera propaganda vacía, que se realiza sucia y deliberadamente para viciar la percepción de los ciudadanos. Estamos acostumbrados a escuchar declaraciones como ésta, donde uno de los mandamases del PP tildaba en 2011 la bajada del límite de velocidad de 120 a 110 como «medidas soviéticas», es decir, trataba de convertir la realidad en una mera dualidad: capitalismo/comunismo, libertad/represión, buenos/malos. La connivencia con el capitalismo de los dos grandes partidos en España (PP y PSOE) hace que hayan tratado siempre de identificar las propuestas de otros partidos que defienden un mayor control del Estado y unas políticas laborales y sociales mucho más activas en oposición a la dictadura del dinero como reflejos de los estereotipos de la URSS, Venezuela, Cuba, etc.; unos estereotipos que el propio sistema se encarga de alimentar malintencionadamente manipulando la información en los medios de masas.
Es obvio que nadie desea el estalinismo, pero es que el pensamiento de que si este capitalismo se destruyera entonces se desembocaría en la perversión y degeneración del comunismo (como el estalinismo) es falaz. Los postulados de izquierdas (de los partidos que son realmente de izquierdas), no buscan eso, sino que (y a riesgo de ser simplista) básicamente quieren para sus ciudadanos y sociedad lo que la NBA quiere para sus equipos y jugadores. No se coarta la libertad, sino que se establecen normas para que los más fuertes no puedan someter impunemente a los más débiles. Lo que sí se coarta es la libertad de realizar abusos de poder. Es una aproximación hobbesiana a la política, donde se establecen múltiples regulaciones para que los lobos permanezcan dormidos, donde se invierte en educación-ciencia-arte para que las personas estén menos alienadas y sean capaces de crear y disfrutar de la belleza, lo que contrarresta ese deseo de satisfacción inmediata y sufrimiento constante por la consecución de bienes materiales. Y no todo el mundo tiene que cobrar lo mismo, ni se limita el beneficio. En la NBA ni todos los jugadores cobran lo mismo ni se limita el beneficio de los equipos; lo que se hace es garantizar una distribución de sueldos sin estridencias con topes mínimo y máximo, y redistribuir los ingresos de los equipos. Un equipo (empresa) puede tener todos los beneficios que quiera, pero ya sabe que parte de esos beneficios tienen que repartirse entre los que han tenido menos o han sufrido pérdidas.
La NBA sufre también muchas tensiones; cierres patronales, negociaciones muy duras entre el sindicato de jugadores y la liga, etc. Los equipos quieren ser más rentables y los jugadores ganar más dinero. Pero la filosofía del convenio colectivo es, a grandes rasgos, la que yo he relatado en este post, y es ciertamente interesante para discutir en las clases en la universidad. Los únicos que no ven el fracaso del sistema capitalista son, probablemente, la minoría que se lucra ampliamente con él.
Si algo nos ha mostrado esta crisis económica a los ciudadanos de países que vivíamos (en general) cómodamente en nuestro universo huxleyano es que la concentración de poder de las grandes empresas, la dictadura del dinero frente a la pérdida de soberanía del pueblo, y la manada de lobos que ha campado a su antojo sin las suficientes reglas que los mantuvieran a raya, ha provocado una desigualdad social terrible, una pérdida de derechos laborales y sociales, y una prevalencia de la idiocia frente a la educación, la cultura y la ciencia. La falacia del dualismo debe ser desterrada. La única alternativa posible es la humanización del lobo mediante un Leviatán no absolutista, formado y participado por todos nosotros.
1 comentario en «LA NBA ES COMUNISTA»
Los comentarios están cerrados.