En este artículo publicado en Frontiers in Public Health, los autores hacen un nuevo llamamiento a la necesidad de considerar los adyuvantes de los pesticidas en las regulaciones sobre la toxicidad de los productos.
Esos adyuvantes son llamados elementos «inertes» porque simplemente no funcionan como principio activo. Pero ello no significa que no tengan efectos biológicos (que en su mayoría los tienen), tal y como los autores recalcan. Esta falacia lingüística hace que enmascaren los efectos reales en el entorno de pesticidas como el glifosato (y otros también, por supuesto). Es más, a veces el hecho de que investigadores no distingan entre el efecto de la molécula activa y el de los adyuvantes perturba los resultados de las investigaciones sobre toxicidad de un pesticida en concreto. Esto ocurre porque un pesticida puede ser producido por diferentes compañías, y no necesariamente tienen que coincidir ni el número ni la concentración de adyuvantes. De este modo, se añade ruido al cuerpo de evidencia de los estudios, porque se mezclan resultados que pueden ser causados por diferentes elementos tóxicos.
Parte de esta confusión es debida a la consideración de los elementos inertes como secreto comercial, como ocurre en Estados Unidos, donde para registrar un pesticida se debe aportar información sobre los elementos activos pero no necesariamente sobre los tóxicos adyuvantes.
Al consumir alimentos (o a través de otras formas de interacción) nos exponemos a esos pesticidas en formas de residuo. Pero, de nuevo, tenemos que contar que ese residuo está formado por toda la combinación química del producto, no sólo el elemento activo. Y como bien comentan los autores, hay estudios que muestran que la toxicidad de los adyuvantes puede ser mayor que los de la molécula principal.
Tipos de coadyuvantes
Los autores presentan una lista no exhaustiva de los elementos inertes más empleados en la formulación de pesticidas:
Los más utilizados son los surfactantes, que modifican la interacción entre las superficies de la planta y del elemento activo, facilitando su penetración, adherencia y dispersión. Y, como enfatizan los autores, no sólo lo hacen con las plantas, sino también con la piel humana cuando hay exposición.
Uno de esos surfactantes, el POEA (polioxietileno amina) ha sido prohibido por la Comisión Europea para su uso como adyuvante del glifosato. Sin embargo, y como indican los autores, eso no excluye su uso, ya que los agricultores pueden comprar el adyuvante aparte y mezclarlo con el glifosato. Y, además, no está prohibido como acompañante de pesticidas que contienen 2,4-D. De esta forma, tanto los granjeros como el público general puede estar expuesto a este tóxico incluso después de su prohibición.
Conclusión
Los autores plantean en qué grado son válidas las indicaciones de dosis diaria aceptable (ADI) y niveles de residuo máximo (MRI), dos medidas que se supone que garantizan que, tanto la dosis ingerida como los niveles de pesticidas encontrados en los productos, respectivamente, no producen efectos adversos. Si no se testa adecuadamente la toxicidad de esos (mal llamados) elementos inertes, los resultados pueden ser completamente diferentes. Quizá la inclusión de un nuevo factor de seguridad para tener en cuenta esta variable sería indicado tanto para el ADI como para el MRI, es decir, hacer más exigentes los niveles a cumplir.
Ante esta situación hay que, por un lado, deconstruir las formulaciones comerciales y testar los elementos por separado (adyuvantes y principios activos) y, por otro lado, realizar pruebas de toxicidad en animales con las formulaciones completas, no sólo con los ingredientes activos.
Y, por supuesto, una mayor transparencia sería necesaria a la hora conocer todos los componentes de un pesticida, y eliminar el eufemismo de «inerte» a compuestos tóxicos que deberían tener un trato regulatorio similar al del ingrediente activo.
Mesnage, R. & Antoniou, M. N. (2018).Ignoring Adjuvant Toxicity Falsifies the Safety Profile of Commercial Pesticides. Frontiers in Public Health, doi: 10.3389/fpubh.2017.00361