En esta ponencia organizada por la Australian Radiation Protection Society, los autores vuelven a llamar a la prudencia ante la exposición a bajos niveles de radiofrecuencia.
En Australia, como en muchos otros países, la regulación de los niveles de exposición depende de la guías de la ICNIRP de 1998, únicamente basadas en efectos térmicos, y tremendamente desfasadas en relación a la evidencia científica publicada.
La radiación natural (en radiofrecuencia) es de unos 0,000000001 μW/m2. Sin embargo a unos 100-200 m de una estación base de telefonía móvil de pueden encontrar 75000 μW/m2, mientras que a poco más de un palmo de un portátil con WiFi puede haber 47000 μW/m2. Los límites legalesen Australia (y también en España) están en 10000000 μW/m2, es decir, 15 órdenes de magnitud por encima de lo que naturalmente se encuentra en el entorno.
El objetivo de esta investigación es realizar una revisión sobre los estudios que han analizado el estrés oxidativo ante la exposición a radiofrecuencia, con el fin de postular que precisamente esta pueda ser uno de los mecanismos que explique los efectos no térmicos de la radiación no ionizante.
Recordemos que el estrés oxidativo es un proceso bioquímico/fisiológico donde la carga oxidativa generada por especies reactivas de oxígeno y de nitrógeno (ROS y RNS, respectivamente), excede el potencial antioxidante. El resultado es que se producen efectos como daño en el ADN o alteración en la comunicación celular. Como comentan los autores, el estrés oxidativo está relacionado con el cáncer, las enfermedades cardiovasculares y las neurodegenerativas.
Metodología
Los autores revisaron 242 estudios que midieron experimentalmente el estrés oxidativo ante la exposición a radiofrecuencia. Los estudios pueden considerarse recientes, porque sólo 1 de esos estudios fue publicado antes del año 2000, y el 72% lo fue a partir de 2010.
Resultados e implicaciones
El 89% de los estudios analizados encontraron relaciones significativas entre la exposición a radiofrecuencia y el incremento del estrés oxidativo, es decir, en 216 de 242 investigaciones.
Los autores claramente se posicionan en que este puede ser el mecanismo por el cual se producen efectos biológicos negativos, y que la comunidad científica y los reguladores no puden seguir admitiendo que no hay evidencia de efectos más allá de los térmicos. Casi un 90% de los estudios revisados muestra ese vínculo entre estrés oxidativo y exposición a radiofrecuencia; los datos son contundentes.
Los resultados son similares los encontrados por la revisión realizada por Yakymenko et al. (2015), quienes reportaron que en 93 de los 100 estudios que habían revisado la exposición a niveles bajos de radiofrecuencia estaba asociada al incremento del estrés oxidativo.
Comentarios
De nuevo una investigación que muestra unos resultados que no se pueden obviar. Seguir defendiendo que sólo hay efectos térmicos y que la radiofrecuencia es inocua es ir en contra de la evidencia científica..
Esta documento oficial de la EPA estadounidense, que muestran los autores, confirma que desde la propia agencia admitían que las guías de protección sólo considerabann efectos térmicos, y que estas no eran válidas para cualquier otro tipo de daño que se pudierea producir. La carta completa puede descargarse aquí.
Como siempre decimos, siguen apareciendo indicios. Negar categóricamente este tema es absurdo, y lo correcto sería investigar más, mientras aplicamos la prudencia en las regulaciones y pedimos precaución a los usuarios de estas tecnologías. Pero estos dos últimos factores no están ocurriendo.
Bandara, P. & Weller, S. (2017).Biological Effects of Low-intensity Radiofrequency Electromagnetic Radiation . The Australian Radiation Protection Society (ARPS) Conference, Agosto 2017., doi: 10.1289/EHP1837