En este artículo publicado en The Journal of Antibiotics los autores explican las razones por las cuales es urgente que la gente deje de consumir comida de animales tratados con antibióticos.
En febrero de 2017 un informe de la ONU declaró la resistencia antimicrobiana como la mayor amenaza a la salud pública de nuestro tiempo.
Según datos de Estados Unidos, el uso de antibióticos en la agricultura es responsable de alrededor de un 20% de infecciones resistentes en humanos. Aunque el abuso de estos medicamentos por parte de la población es la principal causa de este problema, no se debe obviar la contribución que se produce a través de la dieta.
Históricamente los antibióticos se han empleado en el sector primario para acelerar el crecimiento de los animales, administrados conjuntamente con vitaminas. Pero esa práctica que comenzó hace más de 50 años se extendió de tal forma que las ventas de estos medicamentos para uso veterinario son 3 veces mayores que para tratamientos en humanos.
La producción orgánica, por definición, prohíbe el uso de antibióticos, pero como indican los autores, ni siquiera llega al 1% de las extensiones de cultivo en Estados Unidos. De este modo, la gran mayoría de carne, huevos y productos lácteos que llegan al consumidor están «suplementados» con antibióticos.
La forma de producción «industrial» de muchas de esas granjas, tan típica del sistema económico actual donde las malas condiciones higiénicas y el hacinamiento son una característica fundamental, contribuyen precisamente al incremento de esta práctica.
La resistencia bacteriana puede ser cruzada, es decir, que han desarrollado métodos de supervivencia frente a diversos tipos de antibióticos que tienen mecanismos de acción similares. Pese a que en Estados Unidos se prohibieron en 2005 las fluoroquinolonas en pollos, se necesita una regulación mucho más restrictiva, y que se haga lo mismo con otros antimicrobianos.
Los autores ponen el foco en lo importante que es que los médicos sean conscientes de este problema y presionen desde todos sus ámbitos de influencia. Hay que concienciar a los consumidores de que eviten la comida que lleva antibióticos. De este modo, la industria empezará a dar pasos también para proveer productos libres de estos medicamentos, como ya ocurre en diversos restaurantes y algunos supermercados en Estados Unidos. No obstante, y claro está, hay que exigir a la FDA que elabore una regulación similar a la que está presente en la Unión Europea, donde recordemos que los antibióticos están prohibidos salvo para tratar o controlar enfermedades en los animales.
Prohibir el uso de los antibióticos en animales destinados a consumo humanos incrementaría menos de un 1% los precios de venta de carne. No obstante, y dada la situación actual en la que esos productos son más caros que la media, los autores proponen que se otorgue algún tipo de subsidio a las rentas más bajas para ayudarles a su compra (en programas similares a los cupones de ayuda).
Los autores concluyen con dos puntualizaciones importantes. Primero, existen lagunas legales que hacen que se abuse de los antibióticos en animales para uso terapéutico cuando realmente no hay esa indicación. Segundo, la resistencia a los antibióticos es un problema de magnitud superior a la amenaza conjunta del Zika y el Ébola. De este modo, hay que actuar con determinación ya.
Makary, M. A. et al. (2018).A call for doctors to recommend antibiotic-free foods: agricultural antibiotics and the public health crisis of antimicrobial resistance. The Journal of Antibiotics, doi: 10.1038/s41429-018-0062-y