Esclarecedor reportaje de la televisión alemana Das Erste, sobre la nueva «moda» de producir textil en Etiopía.
Tras la catástrofe del Rana Plaza en Bangladesh, ocurrida en 2013, la industria busca nuevos lugares donde seguir con su dinámica de explotación al menor coste posible. Pese a que, incluso desde el gobierno alemán, se ha vendido que es una nueva oportunidad para comenzar de cero y hacer las cosas mejor en el sector, lo que muestra esta investigación es todo lo contrario, es decir, se siguen reproduciendo los mismos dramas y la misma situación de esclavitud moderna, pero ahora a un coste base de $26 al mes.
El reportaje muestra fábricas modernas, visitadas por políticos alemanes, y que dan una primera sensación de condiciones dignas. Pero, al rascar un poco, se ve que no es así.
Los investigadores se dan cuenta que la presión por conseguir cuotas de producción, los salarios de miseria, y la forma de tratar a los trabajadores como si fueran esclavos siguen siendo una característica de este modo de producción.
Tras visitar a algunas trabajadores que viven en condiciones infra humanas, ellas cuentan que eso no es lo que esperaban cuando comenzaron en la fábrica. Ganan entre $23 y $35 al mes y no les da para nada, sólo para apenas subsistir. No se sienten humanas.
Cuando los reporteros les enseñan a las trabajadores lo que dice H&M en relación a su objetivo de pagar salarios dignos, y lo mucho que están trabajando en este sentido, las empleadas contestan atónitas que ojalá la marca sueca cumpliera la mitad de lo que dice, que con eso sería incluso suficiente.
El propio gobierno de Etiopía está tratando de «vender» su país como el más barato para producir, «la mitad de lo que se paga en Bangladesh». Es una dinámica terrible, porque ya es difícil imaginar cuál será el próximo país que quiera «ganar» a Etiopía en salarios de miseria.
Cuando se le pregunta al responsable de la fábrica al respecto, dice que entiende que el salario que ganan los empleados no les permita llevar una vida digna, y ofrece la solución de incrementar la productividad. Vaya, incrementar todavía más la presión por las cuotas de producción, que conllevan desmayos, no poder ir al servicio, no cobrar si enfermas, insultarles, acoso sexual, prohibición de hablar entre ellos, trabajar horas extra permanentemente, etc.
Claro, los trabajadores, en este nuevo infierno disfrazado de fábricas de bonita apariencia, poco pueden hacer, más allá de quejarse a investigadores como estos. No tienen la capacidad de organizarse correctamente, en un casi inexistente movimiento sindical.
Tanto el Gobierno alemán, como H$M y Kik (las marca afectadas) dicen que investigarán lo que ocurre. Es la «respuesta tipo», la que ya tristemente conocemos tras décadas de explotación laboral