Por fin dimitió Scott Pruitt, el Administrador de la EPA que había demandado a ésta en varias ocasiones cuando era fiscal en Oklahoma. El hombre que estaba al lado de los contaminadores, de los lobbistas. No obstante, y como suele suceder en estos casos, para el Presidente Trump, Pruitt ha hecho un gran trabajo en estos meses que ha estado a cargo de la agencia ambiental norteamericana. Qué iba a decir Trump, al fin y al cabo fue él quien lo puso a dedo, compartiendo, además, ideario ambiental.
Pruitt dimite principalmente por sus extravagancias, sus poco disimulados vínculos con la industria, y porque muchos de sus compañeros se han quejado de sus actividades y su abuso de poder.
Nihal Kirshan, el periodista que escribe para Open Secrets, detalla una lista (no exhaustiva) de las andanzas de Pruitt como Administrador de la EPA. Hay para todos los gustos: usar la sirenas de su coche para ir más rápido a un restaurante, vivir en una casa de un lobbista y pagar un alquiler menor al de mercado, gastarse 90 mil dólares de los contribuyentes en un mes en vuelos en jets privados y militares, utilizar a sus ayudantes para tareas personales como buscar perfumes o adquirir colchones, mantener una agenda de eventos secreta, destinar mucho más dinero del adecuado para su seguridad personal, etc.
Su sucesor es Andrew Wheeler, un antiguo lobbista de la industria del carbón. Esta gente es la que tiene el poder de la regulación ambiental en Estados Unidos. No sé si cabe decir mucho más.