En este estudio publicado en Environmental Research, uno de los grandes investigadores en este campo, Martin L. Pall, muestra la contundente evidencia sobre la amenaza que supone la exposición a radiación no ionizante, en este caso al Wi-Fi.
El autor realiza una revisión de estudios publicados hasta la fecha, todos ellos referidos a la banda de 2.4 GHz, la más utilizada hasta ahora, aunque recordemos que frecuencias mayores están siendo empleadas también, como la de banda de 5 GHz.
Martin L. Pall resume los efectos encontrados en 23 estudios realizados con animales y células humanas, y en orden de replicación de la evidencia, así:
(1) Estrés oxidativo.
(2) Daño testicular/esperma, infertilidad masculina.
(3) Cambios neuropsiquiátricos (incluyendo electroencefalograma); exposición prenatal que afecta al desarrollo neural, cambios en los niveles de colinesterasa; perturbación en el aprendizaje; transmisión colinérgica.
(4) Daño en el ADN.
(5) Cambios en el sistema endocrino, incluyendo catecolaminas, disfunción pancreática, prolactinca, progesterona y estrógenos.
(6) Sobrecarga de calcio.
(7) Disminución de la melatonina; deprivación del sueño.
(8) Regulación de la expresión génica.
(9) Desarrollo anormal post natal.
(10) Disrupción del desarrollo dental.
(11) Cambios cardíacos, disrupción de la presión sanguínea; daño en los glóbulos rojos.
(12) Estimulación de crecimiento de células madre del tejido adiposo.
Evidencias claras en los años 70
Pall comenta la investigación de Glaser (1972), donde se recogen 2311 referencias bibliográficas de efectos biológicos de la radiación no ionizante. Glaser realizó ese informe para la Naval Medical Research Institute (ahora llamada Naval Medical Research Center), una agencia que desarrolla investigación biomédica para la Marina de Estados Unidos.
En esa revisión se reportaban efectos reproductivos, neurológicos, neuropsiquiátricos, genéticos, endocrinos, y celulares.
Pocos meses depués, Tolgskaya & Gordon (1973) realizaron una revisión de estudios publicados donde destacaban que los tres órganos más sensibles en roedores en relación a los efectos no térmicos de las microondas eran el sistema nervioso, el corazón y los testículos.
Después de todas estas evidencias conocidas antes de 1973, Pall se pregunta cómo hoy, 45 años más tarde, sólo se consideran los efectos térmicos en las guías de seguridad de organismos internacionales y de los diferentes países.
Pulso y polarización
Pall señala esas dos características de las ondas Wi-Fi como importantes a la hora de incrementar los efectos biológicos.
Este tipo de onda se emite con pulsos, no es una onda continua. Además, existe polarización, lo que según Pall incrementa la fuerza que la onda puede ejercer en moléculas cargadas eléctricamente.
Además, la literatura también sugiere que el efecto de las amplitudes de las ondas es no lineal, es decir, que puede reflejar un fenómeno de hormesis. Por tanto, puede haber un rango de intensidades en el que se magnifica el efecto, por lo que la curva de respuesta a la dosis es bastante más compleja que una simple relación lineal.
Efectos acumulados y, a menudo, irreversibles
Pall, tras revisar varios estudios, asevera que los efectos son acumulativos, y que pueden ser difícilmente reversibles.
Dada la ubiquidad del Wi-Fi (casas, centros educativos, hoteles, aeropuertos, centros comerciales, lugares públicos, etc.), es de esperar que aparezcan masivamente efectos acumulados en el futuro.
La gran falsedad divulgada por la industria de que el Wi-Fi es inocuo puede ocasionar que las personas no se protejan lo suficiente, y se expongan más de lo debido por la confianza de que es totalmente seguro.
Los niños son más vulnerables
La cabeza de los niños es más permeable a las ondas. Además, los niños tienen mayor densidad de células madre, las cuales son más sensibles a la radiofrecuencia.
La especial vulnerabilidad de los niños hace más importante si cabe la correcta gestión del Wi-Fi en los colegios y guarderías.
Cómo se pruducen efectos no térmicos
La principal explicación que Pall ofrece es el efecto sobre el canal iónico del calcio en las membranas celulares. Esas «puertas» que tiene la célula para el paso de iones se regulan por voltaje, es decir, se necesita una despolarización para abrir el canal y dejar pasar esos iones.
Varios estudios han mostrado que, cuando se emplean bloqueadores de los canales de calcio, los efectos de la radiofrecuencia disminuyen. Esto indica que los efectos producidos por la radiación no ionizante podrían deberse a la activación de los canales de calcio en las células, tanto en animales como en plantas.
No sólo el canal iónico del calcio, sino el del sodio, el del potasio y el del cloro también se pueden ver afectados.
Comentarios
El Dr. Martin Pall hace un encomiable esfuerzo en este artículo para mostrarnos el estado de la cuestión sobre los efectos biológicos del Wi-Fi (y por extensión de la radiofrecuencia) en los seres humanos.
Los efectos están bien establecidos desde hace varias décadas, y lo que ha hecho la investigación en los últimos años es confirmar esos resultados, principalmente reportados por los serivicios militaries soviéticos y norteamericanos durante la Guerra Fría.
Cualquier científico honesto, tras leer las miles de referencias que existen en la literatura no podría negar que esos efectos existen. Otra cuestión, sin embargo, es esclarecer el mecanismo causal por el cuál se producen.
Pall ha dedicado gran parte de su vida profesional a estudiar la hipótesis de la activiación de los canales iónicos del calcio, y sostiene con contundencia que esa disrupción artificial del potencial de membrana ocasionada por los campos electromagnéticos explica los numerosos efectos encontrados.
Para ello, se apoya también en las características «especiales» de estas ondas en oposición a la luz natural, referidas al carácter pulsante y a la polarización. Todos sabemos que las ondas Wi-Fi tienen muchísima menos energía que la luz del sol, y ese es el argumento que muchos negacionistas esgrimen para defenestrar todo el cuerpo de investigación que se ha realizado al respecto. Si, debido a esa menor energía, tienen menor capacidad de desarrollar un trabajo: ¿Por qué las ondas Wi-Fi deberían ser más peligrosas que la luz natural? Explicar con suficiente claridad esta pregunta es, a mi juicio, fundamental para esclarecer de una vez por todas esta problema de investigación. Pall, y otros investigadores, se han postulado al respecto: Aunque la «luz» del Wi-Fi tiene mucha menos energía que la luz natural visible, las ondas se propagan a pulsos, y están además polarizadas. Pall referencia varias citas que indican la razón de la importancia de esas dos características, y que podrían dar respuesta a esa pregunta antes mencionada. Sin embargo, y en mi opinión, se debería investigar mucho más en este aspecto y ofrecer explicaciones más claras.
Pall también explica los resultados de algunos estudios que no han encontrado efectos significativos, aludiendo a que el diseño metodológico era erróneo por no emplear ondas polarizadas, dado que el sistema de reverberación producía diversos frente de onda que hacían disminuir ostensiblemente el carácter polar de la ondas de la fuente emisora. En cualquier caso, la evidencia sobre los efectos biológicos es mucho más extensa y sólida que la evidencia que no ha encontrado efectos significativos.
A tenor de todo lo publicado, sería coherente, lógico e inteligente disminuir la exposición Wi-Fi, quitarlo de las escuelas, minimizarlo en lugares públicos, advertir a los ciudadanos de que usen preferentemente conexión por cable, divulgar la necesidad de ser prudente con todos los dispositivos emisores de radiofrecuencia (móviles, tablets, routers, etc.). Y todo esto hacerlo de manera natural, al igual que se toman precauciones con otros agentes ambientales potencialmente nocivos. La tecnología es maravillosa pero hay que usarla debidamente.
Eso sería, repito, lo coherente, lógico e inteligente. Pero, desafortunadamente, todavía tenemos políticos, investigadores, directores de colegios, profesores, padres y ciudadanos que, no sólo esto les importa un bledo, sino que, además, ponen todos los medios necesarios a su alcance para ridiculizar y pervertir este asunto.
Pall, M. L. (2018). Wi-Fi is an important threat to human health. Environmental Research, doi: 10.1016/j.envres.2018.01.035
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