URSS, Cuba, y ahora China. Al histórico «ataque» con microondas a la embajada de Estados Unidos Moscú durante la guerra fría, y el posterior (y todavía sin resolver) caso de la embajada en La Habana en 2016, se une una nueva historia, esta vez en China y en 2017, protagonizada otra vez por diplomáticos estadounidenses, y con exactamente el mismo cariz.
El programa «60 minutos» de la cadena CBS ha publicado esta semana, a través de Scott Pelley, una serie de entrevistas a afectados por lo que ellos creen que puede ser algún tipo de arma que se dirige hacia sus casas, empleando un flujo de energía que les hace tener unos síntomas que ya (tristemente) nos suenan: irritabilidad en la piel, pérdida de memoria, desorientación, dolores de cabeza, mareos, zumbidos en los oídos, pérdida de audición, cansancio, e incluso sangrados nasales.
Son síntomas asociados a conmociones, como se ha demostrado tras el estudio a 21 trabajadores de La Habana, pero que también están apareciendo en trabajadores en China. Y son síntomas asociados a la electrohipersensibilidad.
Mark Lenzi y Catherine Werner
Mark y Catherine son dos empleados gubernamentales que desempeñan distintas tareas en Guangzhou; él, técnico en dispositivos electrónicos que trabaja en temas de seguridad para el Departamento de Estado, y ella, promotora de negocios para el Departamento Comercial. Ambos viven en el mismo edificio, Catherine un piso por encima de Mark.
Los dos reportan los mismos síntomas, al igual que sus familiares. La esposa de Mark y la madre de Catherine (que tuvo que viajar de Estados Unidos a China para ayudarla por sus continuas indisposiciones) también los sufrieron. Incluso los perros de esta última aparentemente se vieron afectados.
Para Mark no hay duda, es un arma de microondas empleada deliberadamente con el objetivo de hacerles enfermar.
El Departamento de Estado lo niega
Ambos trabajadores se quejan de que el gobierno americano no está haciendo todo lo que debería para esclarecer este hecho y para ayudarles. Aluden que la razón subyacente es que no quieren perjudicar las relaciones comerciales con China.
Lo cierto es que, según el reportaje, Mark Lenzi está, junto a otros 39 trabajadores en China, siendo sometido a diferentes pruebas neurológicas por investigadores de la Universidad de Pennsylvania.
Sin embargo, el Departamento de Estado ha negado que los síntomas de Lenzi estén asociados a los que sufrieron los empleados en La Habana. La senadora Jeanne Shaheen ha pedido al Departamento de Estado que vuelva a examinar los casos reportados en China, y que los trate de manera similar a los acontecidos en La Habana.
¿Histeria colectiva?
Es una de las hipótesis que siempre se barajan en este tipo de casos. Sin embargo, los resultados obtenidos en el estudio de los afectados en La Habana contradicen esta idea.
Los diversos testimonios que ahora conocemos por parte de los trabajadores gubernamentales en China pueden indicar que estamos ante un caso prácticamente idéntico al de Cuba. Según la doctora Teena Shetty, la neuróloga que está tratando a Mark Lenzi, sus síntomas son iguales a los que reportaban sus compañeros en La Habana. Tras examinar a Catherine Werner, los investigadores de la Universidad de Pennsylvania sí que encontraron las mismas lesiones que en el estudio realizado a los afectados en Cuba.
Aunque otros casos están siendo negados por parte del Departamento de Estado, Werner es un caso confirmado que concuerda con lo acontecido en La Habana.
Armas de microondas
El reportaje también recuerda que las armas de microondas no son ciencia ficción, ni pertenecen a teorías conspiranoicas sin base alguna.
La Agencia de Seguridad Nacional (NSA), en este documento que adjuntamos debajo, en 2014 admitió que el servicio de inteligencia había detectado en un país hostil para Estados Unidos (no dice cuál), un arma de microondas de alta potencia que tenía la capacidad de debilitar, intimidar o matar a un enemigo sin dejar aprarentemente ningún rastro. Este arma es capaz de causar numerosos efectos físicos, incluyendo daño al sistema nervioso.

Este documento se publicaba en respuesta a la reclamación de Michael Beck, un antiguo trabajador de la NSA aquejado de Parkinson, y que liga el desarrollo de su enfermedad a su estancia en ese país y los supuestos ataques que sufrió. Aunque, como dice el documento, la NSA no pueda asegurar que Beck recibiera esos ataques en el momento temporal en el que estuvo en ese país, la aceptación de que desde 2012 esa nación dispone de ese arma de microondas es ciertamente relevante para todo el campo de investigación en bioelectromagnetismo. Muy importante.
Conclusión
Una vez más, tenemos ante nuestros ojos nuevos indicios y pruebas fisiológicas de los efectos dañinos de la radiación no ionizante. Es evidente que, dado el secretismo que caracteriza a este tipo de casos, nos movemos siempre con prudencia entre la escasa información pública. Pero los testimonios, los exámenes médicos, y las revelaciones que puntualmente sacan a la luz los servicios de seguridad e inteligencia estadounidenses dibujan un escenario congruente con la evidencia científica publicada desde hace más de 50 años.