El extraño caso de los hermanos Koch. Tal vez ese podría ser el título de una buena historia, en una especie de homenaje posmoderno a Robert Louis Stevenson.
A través de uno de sus muchos tentáculos han lanzado una nueva campaña en medios, con el spot televisivo que se muestra aquí.
Como bien explica Linskey (2018), Industrias Koch aparece ahora defendiendo la inmigración, los «Dreamers», esos inmigrantes sin papeles traídos desde pequeños a su país. Los multimillonarios hermanos están pidiendo una legislación que los proteja. No quieren que se vayan, no quiere que Trump los deporte.
En el último año han regresado unos 50000 mexicanos, tal y como explica este vídeo.
Algunos de ellos chicos jóvenes, incluso recién graduados en el instituto están volviendo para evitar el riesgo de ser deportados y no poder regresar jamás a Estados Unidos con sus familias.
Obama introdujo el programa DACA en 2012, precisamente para atender a este inmenso colectivo de personas que se encontraban en una situación legalmente comprometida. Trump, amenazó con suprimirlo, pero parece que se ha encontrado con la oposición judicial.
El juego de los Koch
¿A qué están jugando los hermanos Koch? En esta web hemos hablado ya varias veces de su ideario y acciones, como por ejemplo: (1) Financiar esa maquinaria de propaganda ultraliberal que es la Fundación Heritage; (2) Impulsar el nuevo plan de impuestos de Trump (obviamente favorable para las grandes empresas); (3) Realizar todo tipo de barbaridades ambientales; (4) Ponerse en contra de la reforma sanitaria de Trump por parecerle demasiado laxa (demasiado benevolente con los más necesitados).
¿Cómo es que ahora parecen defender a los inmigrantes? En teoría va en contra de su forma de ver la economía y sociedad, y más teniendo en cuenta su historial de apoyos a medidas que precisamente chocaban con la defensa de los derechos laborales. Pero hay que hilar un poco más fino en esta ocasión.
Como hemos apuntado hace un momento, no es la primera vez que se posicionan en contra de la política de Trump. En este caso, los Koch no tienen amigos, defienden sus intereses, que son intereses de clase. Si Trump no «funciona» como ellos quieren no dudarán en oponerse y seguir su camino recto hacia la multiplicación de su fortuna. Cueste lo que cueste.
Más bien, su acción de defensa de los Dreamers obedece a una estrategia de contra marketing, tan habitual en el sector del tabaco o del azúcar. Es una manera de obtener una respuesta favorable a nivel de imagen, porque cuando uno posee una industria tan poderosa no puede estar siempre en el ojo del huracán como los más abyectos villanos. De vez en cuando hay que ir creando una buena opinión, una imagen que trate de tapar las tropelías hechas por otro lado. Una donación aquí, unos naming rights allá, y una campaña publicitaría más para congraciarse con un sector de población que los ven como los malos entre los malos.
Humanizando al villano
Dr. Jekyll y Mr. Hyde, esas dos caras que señalan una de las metáforas profundas que Gerald Zaltman explicaba en su guiño al concepto de arquetipo. Esa lucha por el equilibiro, la tensión entre el bien y el mal, la aceptación de lo humano en lo divino, y de lo divino en lo humano.
La paradoja, la contradicción, Dionisio frente a Apolo, y todo ello en la misma persona. Esa es la realidad de los hombres, lo que nos hace la vida sinusoidal, hiperbólica, ondulatoria y maravillosa.
La aceptación del equilibrio como metáfora profunda es una forma perversa de manipularnos. Los Koch (y sus agencias de relaciones públicas) lo saben. Son malos pero también buenos, hacen daño pero también luchan por evitarlo. Es la justificación del mal porque también hay bien, la justificación del odio porque también hay compasión, la justificación del error porque también hay aciertos.
Perverso. Muy perverso. De este modo, se construye una imagen humana de algo que no lo es. Y se conecta emocionalmente con millones de personas que se reflejan en un equilibrio que marca sus vidas, no todo es lineal, nadie es 100% bueno ni 100% malo, la máscara de Nietzsche frente a la esencia sombría. Se humaniza al villano, y se consigue la aceptación social. Y aparecen dichos, frases hechas con mayor o menor fortuna: quien esté libre de pecado que tire la primera piedra, nadie es un ángel, todos tenemos un lado oscuro. Y se normaliza lo terrible, se justifica, e incluso se empatiza con ello. Es la sombra de Jung, el retrato de Dorian Grey.
Pero aún falta completar la obra, poner el colofón, realizar el giro argumental. Una vez que el villano se humaniza sentimos el inexorable deseo de ver más bondad en él. Queremos que se transforme, que salga de la oscuridad para abrazar la luz, que esa humanidad que hemos visto se refleje en el último acto de metamorfosis. Y entonces ese villano entra en nuestros corazones. La metáfora profunda de la transformación, de nuevo en la terminología de Zaltman, de nuevo siendo cómplice de los arquetipos de Jung.
Los profesionales del marketing lo saben, lo manejan desde su creída superioridad intelectual; muchos se jactan de saber moldear las percepciones a su antojo porque conocen ciertos principios de la psicología y sociología. En realidad, no son especiales, aunque algunos de ellos sí que lo crean por simplemente saber identificar las debilidades humanas.
Los Koch, por tanto, han entrado desde hace tiempo en el juego de la metáfora, en la ingeniería de las percepciones, en la humanización robotizada. Han construido su propia historia de redención, su propio relato de la contradicción, su propia forma de convertir tanta maldad en evanescencia y tan poca bondad en un legado.
Es demasiado perverso.