Los pesticidas organofosforados son bien empleados en la industria alimentaria. En Estados Unidos tienen limitado su uso (la EPA en los 90 advirtió sobre los peligros para la salud), pero aún así, las frutas y las verduras están impregnadas de estos “venenos”, los cuales pasan a nosotros a través de la dieta. Investigaciones previas han mostrado que comer alimentos orgánicos reduce sensiblemente la concentración de este tipo de tóxicos en la orina. Sin embargo, los métodos empleados sólo permiten detectar compuestos con vida media muy corta (alrededor de 2 días antes de que se haga el análisis de orina).
Los autores realizan esa misma comparación pero empleando un método que permite la detección con una ventana temporal más alta, es decir, nos provee información sobre la exposición a largo plazo de este tipo de pesticidas.
Los autores estudian una cohorte de más de 4000 personas, y recogen mediante cuestionario sus hábitos alimenticios, habiendo unas preguntas concretas sobre frutas y verduras. Además, les preguntan sobre el consumo de productos orgánicos y cruzan toda esa información con la representación de pesticidas en los diferentes alimentos, gracias al USDA Pesticide Data Program. Cada elemento tóxico se ponderó por su propio índice de toxicidad.
Los resultados indican que aquellas personas que consumen productos ecológicos de manera ocasional o frecuente tienen significativamente menores niveles de sustancias tóxicas en la orina. Pero, atención, no se eliminan del todo, se elimina menos de un 50%. Esto indica que la exposición a estos tóxicos va más allá de las frutas y verduras y que, las que son orgánicas, incluso pueden tener algunos de ellos.
No obstante, y pese a que los niveles de toxicidad encontrados están por debajo de los que la EPA advierte como peligrosos, los autores reconocen que esos límites pueden no considerar adecuadamente los potenciales efectos sinérgicos de la exposición a varios pesticidas, lo que se ha observado en varios estudios con animales. Y lo más importante, esos límites pueden no reflejar mecanismos de toxicidad a bajos niveles y a largo plazo que están empezando ahora a ser entendidos. Por ejemplo, el nivel de tóxicos prenatal en la orina de la madre se ha relacionado con problemas de atención, hiperactividad en niños de 5 años, desarrollo intelectual pobre en niños de 7 años, y un descenso en el desarrollo cognitivo de niños de 1 años y de 6 a 9. También se ha asociado con déficit en la memoria y el cociente intelectual en niños de 7 años. Vivir en entornos agrícolas, además de la dieta, parece ser clave. Además, hace falta estudiar más el efecto “supresor” de ingerir grandes cantidades de frutas y verduras aunque éstas lleven pesticidas, ya que hay estudios que sugieren incluso efectos positivos de la exposición de los padres en niños de pocas semanas de vida.
En cualquier caso, y en mi opinión, lo más razonable parece ser incrementar el consumo de frutas y verdura en la dieta, y tratar de que, en la medida de lo posible, sean productos orgánicos. Especialmente relevante es este hecho cuando se piensa concebir un niño.